UNA MUJER SIN PROBLEMAS
No soy una mujer alegre.
Ni siquiera soy una mujer divertida.
Sonrío mucho,
con la delirante pretensión de agradar
siempre,
pero rara vez me río a carcajadas.
Son pocas las cosas que me hacen verdadera
gracia.
No sé bailar.
No sé contar chistes.
Me siento incómoda en las fiestas
y me pone ansiosa estar rodeada de mucha
gente.
Los transportes públicos me angustian.
No puedo mirarme al espejo sin sentirme
vieja,
gorda o ridícula.
Tengo la sensación constante de que soy
un fraude
y de que, en cualquier momento,
los demás van a descubrirlo.
Convivo con una imaginaria
(y agotadora)
inminencia del desastre.
No sé criar hijos ni mascotas:
ni las amenazas ni los ruegos consiguen
que los unos no dejen la ropa tirada por
toda la casa
y las otras no orinen en la cocina.
Tengo trastorno bipolar,
erupción polimorfa lumínica,
insomnio
y dolor de estómago crónico.
Me aburren casi todas las series de Netflix.
Sin embargo,
funciono perfectamente como paño de lágrimas:
todo el que me conoce
me elige para contarme sus cuitas.
Porque soy discreta
y sonrío tanto
que el mundo da por sentado
que soy una mujer sin problemas.
Arte: @TashySoda