domingo, 30 de septiembre de 2018

PRESENTACIÓN ANTOLOGÍA “TIERRA FÉRTIL”


PRESENTACIÓN  ANTOLOGÍA “TIERRA FÉRTIL”

"Si la poesía no llega con la misma naturalidad que las hojas a un árbol, es mejor que no llegue", escribió el poeta británico John Keats en 1818, en una carta dirigida a su amigo John Taylor. Esta naturalidad considerada por Keats como uno de las virtudes más acabadas del poema, estas hojas tiernas que llegan a su debido tiempo, sin ser forzadas, respetando los ritmos estacionales de cada creador, son una de las virtudes más destacables de “Tierra fértil”, antología compilada por Ivana Szac, que recoge trabajos de  dieciséis poetas que pasaron por los talleres de escritura que coordina hace algunos años. Los poemas que la componen giran alrededor de dos temas centrales: la tierra, concebida como la Madre Naturaleza, y la musa inspiradora.
Agustín Julio Almirón abre el libro con poemas breves, concisos, iluminados por el fuego. La naturaleza en ellos es reinterpretada desde el prisma del amor y el deseo: “Su ombligo de uva/ devora mil ciudades”, “La noche despide/ su esperma de fuego/ las sábanas conspiran”.
Sergio Bayer suma a su propuesta un tono más melancólico. Sus poemas, también breves y de bella factura, reinterpretan a la naturaleza desde lo amoroso, y suman una mirada desencantada que no pierde, sin embargo, la fe en el poder resurrectivo de la palabra: “Como parte de una tregua / en un frágil silencio / me entregué a los versos / que harán de mí / un exorcismo / casi perfecto”.
Alejandro Belloni irrumpe en “Tierra fértil” con imágenes de una riqueza sorprendente: “me marean las copas / del pez globo/ subiendo a la galaxia”, “un vuelo ciego / deja morir / las plumas futuras”.
Jimena Cano se adentra en los laberintos del recuerdo y la infancia: “la nieta se perdía / en el verdor del campo / inventando casas en los eucaliptos”, y suma al libro la experiencia de lo femenino en poemas de una fuerza abrumadora: “soy la que carga la cruz / la sentenciada / la de la letra escarlata / en las costillas”.
Pilar Castelli apuesta también a lo femenino, y dice de las mujeres: “cada una carga/ con el peso de su historia / a veces son musas / otras andan solas”. El amor, la soledad, la espera, desembocan en un mensaje de esperanza, la tierra fértil como metáfora de lo que florece.
Claudia Andrea Colombo poetiza con delicadeza el juego amoroso. La tierra fértil es en sus textos una parábola del cuerpo y el deseo: “Estoy sedienta / en la búsqueda/ un temblor / invade mi cuerpo, “Quiero/ ser el agua de tus labios/ el azúcar que derrite tu mundo”.
Susana de Iraola suma a “Tierra fértil” una poética madura que oscila entre la belleza y el desgarro: “La dimensión exacta / de mi caparazón / se parte / tierra fértil la herida abona/ sin razón el sigilo de los brotes”.
Ariel Damián Delgado conmueve con su clara mirada del mundo. Cierra su poema “Guerra” con versos potentes: “la naturaleza /nos pone en una prisión abierta”.
Germán Horacio Domínguez despunta una sensibilidad que estremece, incursionando en la poesía social: “Los dientes mastican odio / duele la indiferencia / lo golpea la exclusión / y hay un solo camino”.
Griselda Facta es dueña de una voz poderosa que no tiene desperdicio: “Soy un bicho bolita (otra vez) / un punto escamoso y negro / rodaré hasta encontrar / un huequito subterráneo / donde nadie / pise mis silencios”.
Yanina Giacci aporta a “Tierra fértil” una serie de poemas traslúcidos, delicados, donde la naturaleza es una excusa para trasuntar sus estados de ánimo: “desbordo / inundo / mi pecho doliente”, “el canto de los árboles / me rescata / una vez más”.
Beatriz Gómez entra y sale del poema conjugando sus vivencias personales con las vivencias del mundo, postulando la esperanza como un Ave Fénix en eterno renacer: “un pájaro / sobreviviente del magma / incandescente sangre / desde las cenizas”.
Ángela Intelisano se atreve a campear la intemperie: “No es fácil la intemperie / sin embargo / doy hijos a la tierra / con mi vestido negro”. Nos golpea con ternura con “La casa de la infancia”: “voy cerrando los ojos / me vuelvo tan pequeña / en esa casa que sigue viva  / la casa de mi infancia”.
Daniela Rosito juega con el poema y la palabra con gracia: es un ave, un grito, la duda de volver a caminar un jardín que florece en espinas: “¿Temés  / que arrebate / la raíz del suelo / lo que no florece / en la breve primavera?”
Ana Vélez apuesta a una voz melancólica, que nace en el margen del río. La naturaleza respira en sus versos notas dolientes no exentas de esperanza: “mi almohada son plumas / que me prestan las palomas  / yo me visto de carencias / y me calzo de esperanza”.
Danney Velázquez cierra “Tierra fértil” con poemas breves y profundos y apuesta al encuentro con el otro: “el vacío compartido es mejor”.
“Tierra fértil” es un libro que, de la mano generosa de Ivana Szac, ofrece un ramillete de voces diversas, todas disfrutables, que enriquecen el mágico universo que nos conmueve y nos convoca: el universo de la palabra.

Raquel G. Fernández 


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