lunes, 17 de septiembre de 2018

PERDICES EN ESCABECHE



PERDICES EN ESCABECHE

Mi papá cazaba perdices.
Mi mamá las cocinaba.
Pelaba zanahorias y cebollas,
las cortaba en rodajas finísimas.
Preparaba un escabeche esmerado,
lo perfumaba con laurel,
lo acicalaba con pimienta negra
(esas bolitas diminutas que picaban tanto si las mordías),
cantaba.
Nosotros, los chicos,
éramos un torbellino de barro y agujas de pino
entrando y saliendo del reino mágico de las ollas,
tres lunares milagrosos
en la espalda clara del mediodía.
Tanta risa no nos cabía en la boca.

Nos habían contado muchos cuentos
y sabíamos
que comer perdices era
la metáfora más pura de la felicidad.


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