viernes, 2 de noviembre de 2018

DEMASIADO GORDA PARA RUBIA


DEMASIADO GORDA PARA RUBIA

Demasiado gorda para rubia, le dijeron,
Diana dejó de comer para convertirse en la Marilyn británica,
el mayor mito erótico de las islas después de Lady Godiva,
aunque mucho más dispuesta que la condesa
a mostrar sus generosos pechos
que siguieron creciendo
como bollos de pan
más allá del límite ridículo del escote
a pesar del ayuno autoimpuesto.

Durante los años en los que Diana no comió
fue la rubia de muchas películas,
se compró un Roll Royce
y se enamoró de gánsters y estafadores.
Con hambre pero sin pudor
le contó a los tabloides
lo que hacía con ellos en la cama:
de todo, menos dormir,
de todo, menos desayunar como Dios manda.
El arzobispo de Canterbury se horrorizó con proezas sexuales
y previno a los creyentes sobre sus pechos diabólicos,
aunque nada dijo de su pobre estómago
estrujado como una hoja de papel inútil.

Un día
Diana Dors se cansó de pretender ser Marilyn
(quien para ese entonces ya había manoteado las pastillas y el teléfono
y había usado la cama para algo tan imperdonable como morirse)
y volvió a comer.
Se convirtió en una oruga rutilante
haciendo justicia por mandíbula propia.
Masticó y masticó.
Fue devorando todo lo que encontró a su paso
antes de que el cáncer
(que no llegó a ser la dieta definitiva)
la devorara a ella.

La enterraron en 1984
con un vestido de lamé dorado XXL.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario