LAS BRUJAS DEL BARRIO
Pegadas a los vidrios sucios de sus ventanas
Eran manchas en los cristales,
manchas de ira y silencio,
aunque a veces soltaban algún ladrido
y nosotros temblábamos.
Las brujas del barrio
sobre el techo de nuestro paraíso
de caramelos Sugus y
revistas Anteojito.
El miedo tenía su olor inconfundible
a ceniza, gato y sopa.
Si te portás mal te va a llevar la loca Ema.
Si te portás mal te va a llevar la muda.
Si te portás mal te va llevar la polaca.
Si te portás mal.
Todas las brujas del barrio eran mujeres solas.
No esperaban a un hombre con la comida caliente.
No llevaban chicos al colegio.
No organizaban reuniones para vender cosméticos Mary Kay
ni recipientes Tupperware.
Habían ignorado los mandatos atávicos
que nuestras madres cumplían con celo.
Por eso eran malas.
Por eso nos habían enseñado a reírnos de ellas
y a desconfiar de sus voces y sus ventanas.
Hace cuarenta años
el barrio era una pequeña sucursal de Salem.
Las hogueras se encendían con prejuicios.
Y las brujas ardían.
Arte: "Old woman staring through a window", Spyros Papaspyropoulos
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