jueves, 8 de noviembre de 2018

EL SUICIDIO MÁS LARGO DE HOLLYWOOD


EL SUICIDIO MÁS LARGO DE HOLLYWOOD 


Monty sintió siempre que no encajaba.

Había nacido en una época de amores encorsetados,

cuando el binomio chica-chico era el único aceptable,

y él no sabía si amaba a las chicas,

amaba a los chicos,

o simplemente amaba su soledad,

sus libros,

su belleza melancólica repartida

en los espejos de la casa.



Monty  sabía, sí,

que odiaba las fiestas.

Se movía torpemente entre las risas de los otros,

una sábana ambulante con una vaso en la mano.

A su alrededor revoloteaban los pájaros de tristeza

que el whisky no podía ahogar,

y los pájaros picoteaban su garganta

como cuchillos ensañados con el pan de la palabra,

 pero nadie lo notaba

porque él había hecho una catedral de su silencio,

y en su silencio se arrodillaba, penitente,

esperando que Chéjov o Aristóteles

lo absolvieran del pecado de no ser feliz.



Huyendo de una fiesta

Montgomery Clift estrelló su auto contra un poste telefónico.

Su cara jamás volvió a ser la misma.

Junto a su belleza melancólica

desaparecieron de su casa todos los espejos.

En la ausencia del cristal se diluyeron

las chicas que lo amaron,

los chicos que no se atrevió a amar.

En las paredes despojadas se instaló la muerte    

y trabajó a desgano,

como una oficinista gris,

rotulando con bostezos interminables

la cicatrices y el vómito.



Diez años de papeleo inútil y whisky.

El suicidio más largo de Hollywood.




Arte: "Misfit", Jody Little


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