ANOCHE SOÑÉ CON VOS
Anoche soñé con vos.
Tan flaquito, con el pelo hasta los hombros.
Sin la capa azul, la luz fatal y la espada vengadora de “Eiti Leda”,
pero siempre volando cerca de mi cama,
como una alondra de leche,
como un ruiseñor albino libando la piedad
de los días que fueron.
Blanco, sí, porque la muerte es blanca.
Porque los muertos son blancos
como la cera de una vela desangrada
a los pies de una deidad renuente.
Blanco, sí, porque la última vez que te vi
eras una sábana de pena
(blanca, blanca, blanca)
tendida sobre un ataúd sin augurios.
Anoche soñé con vos.
Tan flaquito, con la boca parecida a la de James Dean.
Pasaste al lado mío y ni siquiera me miraste.
No me dijiste bijou.
No me tocaste en el temblor de mis jadeos.
Hace más de veinte años que sueño con tu indiferencia.
Algún psicólogo debería explicarme porqué,
si cuando te ibas sin saber que era para siempre
murmuraste te amo
y me tiraste un beso que todavía me duele.