ANTOPOÉTICA
Prólogo
Cuando Elisabet Cincotta
(entrañable poeta, compañera tenaz en el camino de la palabra, amiga) me
propuso escribir el prólogo de esta Antología
Poética, tuve sentimientos encontrados. Por un lado, el orgullo de haber
sido elegida para tan importante tarea (orgullo que me retrotrajo al año 2008,
cuando tuve el honor de presentar su poemario “De laureles y olivos” en la 3º Feria del Libro de Berazategui). Por otro, cierta tristeza ante la rotunda
afirmación de que este libro será el último que la poeta edite en forma
individual. Tuve que conciliar estos dos estados de ánimo para pararme una vez
más frente a la poesía de Elisabet (pararme con el corazón, con la piel, con la
vocación constante de ejercer la nostalgia) y poder escribir estas palabras.
Adentrándose en las relaciones
entre la mujer y su yo femenino, entre la mujer y el hombre, entre la mujer y
el mundo, Elisabet Cincotta, dueña de una voz sin estridencias y una
sensualidad madura y conmovedora, ha logrado convertir a cada uno de sus poemas
en una ceremonia íntima y, a la vez, colectiva, donde da testimonio de su
experiencia individual aludiendo de forma exquisita a tópicos comunes al
devenir humano: el amor, el dolor, la nostalgia, los encuentros y
desencuentros, la ausencia. Elisabet estalla en sus letras, pero lo hace con la
delicadeza de una bomba de seda. Transitar sus palabras es, más allá de una
vibrante experiencia estética, tener el privilegio de transitar su vida. Sus
poemas reafirman la sentencia del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko: “La autobiografía de un poeta es su poesía.
Todo lo demás es sólo una nota al pie de página”.
Mujer que se despeina con el
viento, que se equivoca, que ronronea, que siembra, que cuando comenta un libro habla de todos
nosotros. Mujer que sabe vencer la
tristeza desde la trinchera azul de la palabra, Elisabet Cincotta nos acerca
hoy estos poemas que conservan la magia que los envolvió en el momento de su
parición/aparición. Auguro para ellos el mejor de los destinos: refundar lo
cotidiano hasta hacerlo sagrado.
Raquel
G. Fernández, Agosto 2015
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