EN
MÍ, A PESAR DE MÍ
La devota costumbre de estirar la mano y tocarte,
la
piadosa rutina de extender las alas
para
cruzar el viento con tus ojos,
la
dulce usanza de repetirte
en cada
gesto
(esos
gestos domésticos que te son extraños,
porque
nunca me viste extendiendo
la
promesa de un mantel,
ni
repartiendo platos,
ni
sirviendo una copa de vino)
son las
que te mantienen en mí,
a pesar
de mí.
También
la manía de escribir poemas, claro.
Poemas
malos, casi siempre,
poemas
en los que le busco respuestas a tu sudor,
a tu
saliva,
a las
llagas que bifurcaron el camino:
vos
allá,
haciendo
no sé qué estúpida cosa
(¿barriendo
mis restos debajo de la alfombra
porque
a pesar de todo te apena
tirarlos
a la basura?);
yo acá,
escuchando a David Bowie
y convenciéndome de que estoy contenta.
y convenciéndome de que estoy contenta.
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