CENIZAS
Hace tiempo que mis horas
son la última hora.
Quiero gastarme.
Trepar los vagones de la noche.
Obligarme a mugir
ante el desove furioso del tabaco,
ante el error de confundir los rostros,
de hundir los dedos y la lengua
en lo profundo de todo fango.
Prorrogar mis vigilias.
Mi empecinada huelga de estrellas.
Hace tiempo que me río con dolor
como una alondra frente a un espejo.
¿Acaso el amor es sólo un ruido de peces
a cara descubierta?
¿Acaso el amor se mide
por el aullido más feroz, por el llanto más fértil,
por la hemorragia de pena más profusa?
Ella llega cuando llega
la hora del desierto.
Despedaza mi sombra para saber
quién se queda con la llaga más grande.
Trepa a mi cuerpo en un ritual de barro,
de musgo,
de sangre.
Perfora mi garganta con arpones de humo.
Ella me come y me bebe,
acordona mi cabeza
con una cinta de pájaros amnésicos,
con el canto helado de los campanarios.
Hace tiempo que mis horas
son la última hora.
A veces
me vuelo la cabeza con un grito.
Pero no me voy.
Ciega de alma, muda de alma, no me voy.
Todavía no.
Todavía espero a alguien que llore conmigo.
Un poema que expele un nudo de sentimientos dolorosos, un mundo de emociones complejas, con un final sencillamente conmovedor.
ResponderBorrarGracias! Un abrazo!
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