SIT TIBI TERRA
LEVIS
I
Las sombras me devuelven
un vacío de horas.
Hay flores que nacen en mis manos
y se mueren sin tocar
el cráneo que se desdice en el polvo.
II
La sangre detenida
arropada
por un cuerpo muerto.
Los ojos son peces de barro,
sin alas.
Desnudos entre las raíces.
No lejos de la noche.
No lejos del silencio.
III
Pequeños escarabajos trazan
la ruta de la carne deshecha.
Se albergan en la garganta.
Mínimos comensales que cantan
la lucidez del miedo.
IV
Los postergados pretenden bautizar
aquello que no existe.
No son.
No saben.
Los encomendamos al olvido.
Empaquetados con madera.
Estampillados con lágrimas.
V
Cadáveres hambrientos
hacen pie
en una cornisa de bruma.
Muerden lo poco
que nos queda en el alma.
Vampiros sustitutos
acopiados en la ciénaga.
Nos comen
Nos beben.
Sin hostias.
Sin altares.
VI
Ellos supuran historias,
segregan jugos cariados.
Como una boca enorme
que se aprieta contra la noche.
Acechando
detrás de cualquier puerta.
VII
Ningún animal es distinto a otro.
Todos bullen
su carnalidad inexorable.
Todos trepan
el hilo desesperado.
La hora de la estaca
ultimando el latido.
VIII
Lenguas espesas,
poros dilatados
en una temperatura sigilosa.
Pegados a la tierra como imanes.
Emancipados
de todo sentimentalismo.
Están
en la página en blanco.
IX
Una jauría de recuerdos
abriendo intenciones.
La intención de la flor como tregua.
La intención del pájaro como excusa
para habitar
un espacio vivo.
X
Todos se parecen un poco a mí.
Han descartado la inocencia inicial
y se pudren
circundados de ausencia.
XI
Un olor ocre se descalza
en la pálida conciencia ósea.
A babor, las últimas voluntades.
A estribor, las cuerdas rotas de la
memoria.
La proa es, siempre, una mujer que llora.
XII
No hubo ni habrá.
Todo se reduce
a un viento que se come solo,
a un agujero donde las uñas crecen,
a un juego de símbolos que espera
unos pasos adelante.
XII
Ellos chorrean desamparo
como canillas rotas.
Son piezas sueltas que no alcanzan
para armarnos la vida.
XIII
Todo lo habitado
(todo lo cantado)
se extingue
de hueso en hueso.
Nos queda rezar un cuerpo.
Nos queda la niebla
en la rosa de los vientos de sus enunciaciones.
XIV
Hacer una fogata con sus manos.
Hacer una fogata con todo lo que tiembla.
Reducir el dolor
a un puñado trivial de hojas secas.
XV
Los muertos van y vienen.
Circulan nuestras venas.
Nos toman por sorpresa
y nos atragantan
con nuestras perdices.
¿Qué es eso de pretender ser felices
con un agujero en el alma?
XVI
Para ellos,
ni una moneda de luz.
Para nosotros,
una gesto de alarma siempre en tránsito.
XVII
La sed me desnuda.
Es un trapo ocioso
que cae,
un párpado de hormigas fatigadas.
Me pruebo la tierra,
el traje de los otros.
XVIII
¿Y cómo llegó el final?
¿Lleno de rostros antiguos?
¿Con el gesto húmedo
que manotea un ahogado?
XIX
La falta es constante.
La estrechez
en todos los rincones del cuerpo
espoleando el duelo.
Un jazmín justiciero
de este lado del mundo
no alcanza.
XX
Que la tierra te sea leve.
Que el gusano te sea leve.
Que el filo de tu mueca no me parta
en dos mitades tristes.
Arte: Sylvia Ji
Mención Poesía X Concurso Internacional Hespérides de
Cuento y Poesía, Ediciones Hespérides, La Plata, Bs. As. (2012)
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