MAMÁ
Fue una noche de verano,
hace algunos años.
Mis ojos se escurrieron
por una ventana inexplicable
-una de esas ventanas que elegimos
cuando nos toca elegir entre morir y no
morir-
y la vi.
Una muchacha joven,
delgada,
con una cara clásicamente bella
-no tenía mis rasgos enérgicos,
mi nariz concluyente,
mi boca huracanada:
era suave como un pez azul,
acogedora como el idioma del agua-.
Llevaba puesto
un vestido barato
y su cuerpo estaba vivo
debajo de ese vestido.
Rotundamente vivo.
La reconocí enseguida.
Supe quién era,
supe qué hacía allí:
lo estaba esperando.
Él también estaba rotundamente vivo
el alguna parte
y sobre los dos
gravitaba un sueño.
Quise subirme a las palabras
y llamarla,
decirle quién era,
contarle todo lo que había pasado
en su vida
y en la mía,
extenderme
en la tierra fragante de sus brazos.
Pero me contuve.
Ninguna muchacha debería conocer,
de antemano,
el destino de sus lágrimas.
Arte: Lucy Campbell
Mención Especial Certamen Literario Nacional "Ciudad de Olavarría", Biblioteca Popular Crucero General Belgrano, Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y Artistas y Comité Olavarría UCR, Olavarría, Bs. As. (2012)
Muy lindo poema Raquel, a veces el destino nos marca muy temprano.Abrazos
ResponderBorrarRosa Lía
Muchas gracias, Rosa Lía. Es cierto lo que decís. Es bueno poder tomar las experiencias tristes y convertirlas en poesía.
BorrarUn abrazo!
Hola guapa, ¡precioso poema!, a veces cuando miramos
ResponderBorraratrás cambiaríamos el rumbo del destino.
feliz semana.
un saludo.
Muchas gracias, Ricardo! Bonita semana para vos también. Un abrazo!
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