viernes, 11 de noviembre de 2011

LANA Y AGUA


LANA Y AGUA



Nunca me pregunté por qué Lucy 

estaba en el Cielo. 

Nunca me pregunté si estaba viva 

o muerta 

o estrictamente dormida. 

Nunca me pregunté si era calva, 

si la agonía había llegado pelo por pelo 

mientras los zapatos blancos susurraban 

y barrían la llaga 

debajo de los muebles. 

Nunca me pregunté si estaba rota, 

si la torpeza había llegado vena por vena 

mientras todos los zapatos la excluían 

y nadie barría nada porque había llaga 

pero no había escoba 

ni había muebles. 



Lucy era un sueño 

sujeto a metamorfosis: 

ahora, el sol, 

ahora, una constelación de objetos 

dulcemente inútiles,

ahora, la niñita que cree seis cosas increíbles 

antes del desayuno.

Ahora, su cuerpo de caleidoscopio 

tomando decisiones vertiginosas, 

sus amantes, embutidos en trajes de papel, 

multiplicándose. 

Ahora, la garganta centelleada de flamencos, 

los muslos fosforescentes, 

la cabeza en las nubes. 

Una puerta abierta entre las piernas. 

Y los diamantes. 

Los diamantes.



Siempre creí que Lucy era yo. 

Pero yo no sé ni tejer 

ni remar. 

Y los espejos 

suelen darme la espalda. 


Lo maravilloso es fácil. 

Lo difícil es todo lo demás.





Arte: Duy Huynh

2 comentarios:

  1. Como todo lo tuyo, Raquel. Se mueven muchas cosas adentro cuando se te lee. Felicitarte nada más no me sirve. Abrazo sí.

    ResponderBorrar