HERIDAS
porque aún no están cicatrizadas.
Aprendí
a convivir con ellas
como se convive en primavera
con una alergia molesta,
como se convive en invierno
con un resfrío inoportuno.
Pero jamás las toco.
Me distraigo
pintando flores en las paredes de mi
cuarto,
empolvando mi nariz de señorita
victoriana
o bordando iniciales
en anacrónicos manteles de colores
que jamás voy a usar.
Me conformo
adjetivando el sonido de la lluvia,
deshaciendo los pájaros de niebla
que tiemblan en mis labios
con la saliva huérfana y rotunda
que no gasté en tu boca.
Los amantes vienen y se van
-los nudos de carne se deshacen
con un soplo de viento-
y la lluvia persiste,
y los soles son cada vez más débiles
y se quiebran como vidrio coloreado
cuando intento clavarlos
en la ventana que abrí,
cuando te amaba,
en el muro secreto de mis ensoñaciones.
Arte: "The Goddess Hel", Elizabeth Caffey
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