DE RODILLAS
De rodillas.
Siempre de rodillas.
La meretriz que reza su rosario
de saliva artesana
a un dios profano que paga en efectivo
cocaína y miseria.
La puta madre del dolor,
de los portales manchados de semen,
de las perras en celo.
La religiosa que pervierte su ayuno
con improbables posturas amatorias
que escaldan su prudencia,
le demonizan la sangre y la asfixian.
La puta madre de los días en blanco,
de las tormentas que pesan más que el
cielo,
de los paraguas rotos.
La mujercita que enloquece en un rincón
de su cubil doméstico,
con un nombre tatuado entre los muslos
y la usura del pan rondando su cintura.
La puta madre de la rutina,
de los pecados veniales y banales,
de las lunas idiotas.
Yo, consumando a rajatabla
la penitencia que me impuso tu mutismo
(arrodillate nena; buscá unos lentes de
contacto que no existen,
fregá los pisos a lo Cenicienta,
pedile perdón a la primera persona del
plural
por cortarte siempre sola).
La puta madre del infierno,
de las palabras mutiladas por los gestos,
de la pared que tiembla.
La puta hija de un poema bastardo
y de una mueca tísica del viento.
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