sábado, 6 de diciembre de 2025

THE BOOK OF MIRRORS


 THE BOOK OF MIRRORS



 Me interrogo, cada mañana, en el vértice del espejo.


1

Había una vez un espejo.

No había un hombre,

no había  una mujer.

Ningún jadeo penetraba

 el denso protocolo

de un calculado festín carnal.

Había una vez un espejo.

Un espejo solo.

Abierto.

Como un interrogante.



Caer dentro de un espejo es un ejercicio arduo
que requiere prescindir de cualquier máscara.



2

La sangre aplicada de tu bestia

gesticula desde el otro lado.

El botín inalcanzable

es la sangre.

El cuerpo del deseo es la bestia

El error es la máscara.



Algunos hombres son como espejos

-la niña correcta se equivoca una vez más:

todos los hombres son como espejos-.



3

Y entonces el macho se parte

y vuelan sus semillas

hasta la boca idéntica

que mastica su espasmo.

Una sombra babea,

muy desnuda,

crispándole los ojos.



Cuando el espejo me bebe,  el infinito se acaba en mis temblores
(es como tenderle el cuello a un asesino).



4

Y entonces la hembra expone

la viudez de su garganta

al tajo del cristal que donde se gastan

los pulgares del sueño.

Del otro lado,

las bestias cantan.



Alguien cruza el espejo y cubre mi cuerpo, como una sombra.



5

Las voces que instruyeron

la hoguera primitiva de los muslos

insisten en roer el hueso de la urgencia.

No hay un hombre,

no hay una mujer.

Hay un estallido tendiendo sus redes

en los orificios perturbados de dos cuerpos.

Y algunas mentiras

que  ríen,

como hienas.



Me miro en un espejo de cenizas:
todos los espejos son de ceniza desde que olvidé el rito del fuego.



6

El semen devoto de tu bestia

aúlla desde el otro lado.

La página en blanco

es el semen.

La palabra tullida es la bestia.

El poema cruel es el silencio.



Tu espejo se desangró, desafiando el rigor de la materia.
Consumiste tu vida en un instante. Era la señal.



7

Había una vez un espejo.

Había un hombre.

Había una mujer.

Había una distancia que se medía

en brújulas obscenas.

Había una vez un hombre roto,

con un girasol invertido entre las piernas.

Había una vez una mujer entreabierta,

goteando partículas de luz.

El hombre estaba solo.

La mujer lloraba.



Un sonido acribillado. La noche.
Se bifurcan los caminos del abismo.
La caída es libre dentro de cualquier espejo.



8

¿Y si quebramos todos los espejos?

¿Y si tentamos al luto

con las vértebras calientes de una sábana?

¿Y si clavamos este suicidio ridículo

en la garganta de un pájaro?






Del poemario "Once Upon A Time" (2014)

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