JUEVES DE CENIZA
A Patricia
La muerta,
la muertita,
tenía una brújula de sal entre los labios.
El norte de la tierra severa.
La promesa de arcilla fría.
La muerta,
la muertita,
tan verde
como la clorofila sin objeto
de un trébol amputado,
tan sola
en la trinchera de los dientes.
Le lavaron los pies en silencio
(para que no la rasparan las palabras).
Le midieron el sudor y el asco
(le olfatearon la ausencia).
La cubrieron de flores,
de polvo,
de insectos ambiciosos
(no más sangre para ella, pobrecita,
no más corazón bombeando peces rojos
no más promesas rojas a la altura del pubis).
La muerta,
la muertita,
se durmió en sus laureles.
Muchos años después,
un Jueves de Ceniza,
yo me acordé de ella.
Me acordé de lo linda que era
cuando se reía.
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