viernes, 30 de mayo de 2025

EL DON

 EL DON

"Debes reconocer cuando has terminado, y en ese momento, sueltas tu lápiz o tu pincel. Todo lo demás es la vida." - Stephen King, "Duma Key"



Iba a ser más fácil que esto.

Iba a ser más fácil que un cuchillo

hincado en el cerebro

y un grito en el sofá,

y una tribu de hormigas carniceras

desayunándome en la hierba.

Iba a ser un misterio gozoso:

el Ángel de la Anunciación bailando

en puntas de pie

con las hijas de Degas,

y la Virgen sonriendo

desde un pecho desnudo.

Iba a ser la palabra anestesiando

el furor del animal herido

que pulsa en la sangre como un tambor siniestro.

Ninguna bestia iba a transitarme.

Magia blanca y cuatro o cinco compases

para dormir sin soñar con la tormenta.

Nada más.



Iba a ser más cómodo que maldecir

y bajar los pulgares.

Los pájaros muertos siempre estarían bien muertos

colando sombras por sus ojos detenidos

en la hora de la escarcha.

Ninguno se atrincheraría

en el hueco de mi garganta

hasta ahogarme con sus plumas.

("Kamen's Kalamity"  iba a ser sólo un chiste estúpido,

algo tan improbable

como caerse de cabeza en la línea del horizonte).



Soltar el lápiz o el pincel, querido,

no resulta tan fácil como parece.



A veces

los cuervos te adoptan y el Demonio

da puntadas de baba

sobre tus párpados insomnes.



A veces es el lápiz

el que no nos suelta.

A veces es el pincel

el que sigue trazando el miedo

como si estuviera vivo.







Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011) 

miércoles, 28 de mayo de 2025

BLANCANIEVES Y EL PECADO ORIGINAL


 BLANCANIEVES Y EL PECADO ORIGINAL



A mí,

como a todas las mujeres,

me delató un espejo.



Yo era la desordenadora:

la que soltaba pájaros en el bosque

cuando la extensión palpable del aullido

me mordía los talones,

la que lavaba su piel hecha de ritos

con la saliva espesa de la luna.



Creéme cuando te digo

que debajo de mi vestido de mi princesa

llevaba medias negras

y esperaba que la vida  resbalara

por mis brazos desnudos,

hasta mojarme la sombra.



La Reina me encontró

moliendo trigo

en las cavidades del verano.

Me encontró detrás de la rosa

que había madrugado

en la antesala roja de mis sueños.




Hubo una pulpa erótica,

temible,

que refundó el veneno en mi garganta.

Y después, el silencio.



Créeme cuando te digo

que es urgente

que la sílabas del beso pespunteen

un poema en mi boca.



A mí,

como a todas las mujeres,

me mató una manzana.





Del poemario “La antigua enfermedad del otoño” (2011)

lunes, 26 de mayo de 2025

MANICOMIO


 MANICOMIO


“¿Por qué los demonios de la irrealidad osaron tocarme con su lepra?” - Elena Caricati Penella




Somos agujeros blancos.

Somos la obligación

de reescribir nuestros poemas.

Animalitos lúcidos

celebrando con amigos

dentro de nuestras cabezas.

Animalitos amontonados en un corral

para proteger el júbilo

de los que recibieron la mejor ración del postre.



Somos la epifanía deforme de los Magos

ungida por las grietas.

Somos el compromiso

de resistir mientras la carne cede.

Adormilados con amapolas fatuas

(pero con un ojo siempre abierto

para enterarnos

cómo termina la historia).

¿Dónde está el corazón?

¿Dónde está la cabeza?

¿Dónde está el valor de suicidar

lo poco que sabemos?

O lo mucho.

Somos animalitos lúcidos.

Las píldoras se perdieron en nuestros bolsillos.



Somos una instancia fastidiosa.

Somos la obligación

de adecuar los fragmentos del caos.

Animalitos que reptan.

Y se empecinan en decir que sí,

que los amigos se fueron.

A ver si nos dejan en paz el alma.

De una buena vez.



Es gracioso que nadie nos reconozca.

Somos lo que son casi todos

los que se creen del lado de afuera.

Animalitos a la buena de Dios.

Animalitos muertos,

a veces.



Y ni siquiera se enteran.




Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

sábado, 24 de mayo de 2025

CUARENTA


 CUARENTA

 

Una vez escribí un buen poema

o, al menos, pensé que era bueno.

Hablaba del amor

o del desamor,

de las muñecas rotas

o de las pérfidas arañas

que tejen el otoño.



Los martes orquídeas

y los miércoles

un blister de pastillitas de colores

para hacer la gran Marilyn, si me animo,

y un maldito teléfono que no es blanco

y no suena nunca. 


 
“Dentro de algún tiempo

estarás acabada,

metida en tu casa

haciendo la colada…”

Me parecía tan lejos, Joaquín,

y yo no pisé el acelerador,

total, me sobraban los días.

Y me distraje jugando a la mamá

en mi pulcra casita de muñecas

y me atraganté con pucheros,

con purecitos pisados con esmero,

con sisellas de humo.
 


“Los orgasmos son mejores a los cuarenta”

dice la Cosmopolitan,

pero yo ya no tengo ganas

de buscar el amante ideal,

y esta mañana hice una pequeña hoguera

con mi portaligas negro

porque su mendacidad me exasperaba.

El mejor sexo que tuve en mi vida

lo tuve con los espejos

(ese es el precio que pagan

las niñitas monstruo

que se masturban

pensando en los príncipes de Disney)



Hace rato que la Muerte

toma el té cada tarde conmigo.

Me volví tan británica con los años:

el mundo se va a la mierda

y yo me tomo un té y sonrío.




 Una vez escribí un buen poema

(seguro que no era éste).

Tenía veinte años y no me importaba abusar

de los pájaros, y las rosas,

y lloraba porque se me había partido una uña.

En realidad, el poema no era bueno,

pero yo era feliz.

Todavía no había aprendido

a atravesarme el corazón con las palabras.







Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

jueves, 22 de mayo de 2025

E. A. P.


 E. A. P. 

“Quizás, del otro lado de la muerte, siga erigiendo solitario y fuerte espléndidas y atroces maravillas.” Jorge Luis Borges 

   

Los sueños que él no soñó. 

Los sueños que yo no sueño.

No puedo alcanzarlo con  palabras,

pero tengo a mano

un pequeño martillo

para golpear las sienes del insomnio,

hasta que la sangre  escriba

el poema definitivo. 



El beso lanzado

desde el abismo

para el sollozo viudo

que reniega de las palomas.

El mordisco dipsómano del miedo

para los que tenemos siempre

el viento en contra. 

Cien moscas sucias desordenan

el zumbido 

de su esqueleto borracho.

Ninguna de ellas vale 
 
una sola de sus lágrimas. 




Detrás de los dientes

el gusano empuja:

todos compramos la muerte en cuotas. 



Pero los sapos de otro pozo

siempre pagamos de más.





Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

martes, 20 de mayo de 2025

CENICIENTA NO SABE


 CENICIENTA NO SABE



Yo no sé

quién sujetó mi voz

con hilos de intemperie

y me dejó este camino de silencio

-una cinta polvorienta que repta

al canto de un abismo de flores de plástico

y culpas mal enjuagadas

con visitas incómodas y galletitas de limón-.



Yo no sé

quién destejió mi vestido de abejas

y le torció el pescuezo

a la húmeda golondrina

que volaba y comía entre mis piernas.

De repente,  concluyó el verano

De repente, se rompió la aromática

unidad de las uvas

y las redes de la luna

dejaron de apacentar mis sueños.



Yo no sé si fui una princesa

o una reina

o una simple mendiga

a las puertas del verso.

Di dos o tres pasos de baile

y sequé algunas lágrimas,

pero la escuela de la vida me aplazó,

como a todo el mundo.



Yo no sé si me ahogué en la luz

y ya estoy muerta.

O si todavía vivo para contarlo.

Contar eso que no sé,

porque yo no sé,

yo no sé…


 
Yo no sé quién me corta las uñas

cuando crecen demasiado

y no sé como es dormirme en las riberas

de un cuerpo que no ladra de tristeza.
 


Y no sé,

te juro que no sé,

dónde dejé mi zapato.







Del poemario "La antigua enfermedad del otoño", Ediciones de la Iguana, 2011

domingo, 18 de mayo de 2025

JUGUETE ROTO


 JUGUETE ROTO

A Amy Winehouse


“a cantar dulce y a morirse luego” – Alejandra Pizarnik



Ella canta.

Desnuda.

Desvestida de toda prevención

(sentada en el filo).

Canta

(ceñida a la intemperie).

Canta y da tumbos.

Llora

-seguro que llora-

cuando cuenta los agujeros

que hacen la carencia.



Entonces es la hora del error.

La hora que viene

cuando los que rezan y agradecen

se cansan de jugar

con un juguete roto.



El tramo final de su voz

abrevia

la poca piedad que le queda al día.






Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

viernes, 16 de mayo de 2025

ITINERARIO DEL HAMBRE


 ITINERARIO DEL HAMBRE

A Lewis Carroll



Una niña sonámbula

le camina los ojos

y él se marchita educadamente,

tan inglés, tan atildado,

tan estúpidamente virgen.



Una niña  dormida

sucede en su regazo

y él resbala por una flor caliente.

Contiene la respiración

para no despertarla.

Ella es blanca como un caracol de vidrio.

Él no se atreve

a anclar el rostro en la carne dulcísima,

a recostar la sed en esa boquita fruncida

como un clavel intenso.



El viejo solterón

dialoga con el fuego

y repeina los rizos melancólicos

que anochecen sobre sus orejas.

Al vacío, el amor.

Al vacío, las semillas del cuerpo.



Una niña insolente

se sienta en sus rodillas.

Es la hermanastra del pecado.

Levanta una copa de baba

y sonríe

con sus senos inexistentes.

La niña crece y se va.

Él no se atreve.






Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

miércoles, 14 de mayo de 2025

BIPOLAR


 BIPOLAR



Vine a trastornar las lenguas,

a desordenar los huesos.

No te quiero mirar a los ojos,

no quiero tus sábanas en mi ventana.

Nada es imposible en mi cabeza.

Nada es posible en mí.

Porque hoy me levanté

del lado incorrecto de la cama.



Agradable.

Confiable.

Razonable

Lo que te digo es  una trampa.



Vine a contarte que mejor me voy,

que mejor me quedo,

que estoy en el vacío,

que ninguna puerta se abre hacia vos.

Hacia mí.

Porque hoy me levanté

del lado incorrecto de la cama.



Entrañable

Responsable.

Respetable.

Lo que te digo es una trampa.



Me escapo de la luz.

Pero no soy capaz de llorar.

Me corto los párpados

para que mi mirada sea eterna.

Aunque no hay nada que mirar.

Porque hoy me levanté

del lado equivocado de la cama.







Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

lunes, 12 de mayo de 2025

AN AMERICAN GIRL


AN AMERICAN GIRL
 
A Edie Sedwick


Desde el riesgo

al sepulcro.

Sangra.


Los símbolos la arrastran:

lo blanco, lo plástico, lo limpio

(el silabeo tardío de los pájaros,

las piernas abiertas

como un interrogante).


Ella rasga su imagen,

sacude sus perlas,

tira a matar con ese cuerpo.

Largo.

Como las sombras.


Escucha murmurar a la hermana.

Quieta

en su quietud de insecto.

(y los médicos no tienen rostro).


Nadie para devorar su pan,

nadie para hacer suyo

ese fruto abandonado.


Desde el riesgo

al sepulcro.

Sangra.


Sangre de muñeca.


Inútil.





Edie Sedgwick fue una actriz y modelo de extraordinaria belleza que se destacó por pertenecer a una prestigiosa familia de la alta sociedad estadounidense y por ser una de las musas de Andy Warhol. Tuvo una vida tormentosa y murió de sobredosis en el año 1971 con tan solo 28 años.


Arte: "Eddie Sedwick",  Dale Sizer

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

sábado, 10 de mayo de 2025

UNA MUJER QUE ESCRIBE


 UNA MUJER QUE ESCRIBE


A Anne Sexton

“Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.”
Anne Sexton



Una mujer que escribe

encharca sus pies

en un pantano de whisky que le empapa

el ruedo de las palabras

(el encaje apolillado de la a, la e y la i;

el desconsuelo amarillo del abecedario).

Una mujer que escribe

cuenta las píldoras

como si fueran estrellas

y gasta su lengua en fútiles presagios

que no presagian nada.

Una mujer que escribe

no puede medir los restos.



Esa mujer sos vos, querida.



Una mujer que escribe

es feliz

cuando su útero canta como una colegiala

(arroz con leche,

yo no me quiero casar

porque limpiarle el culo a los bebés me enferma,

y el amor decanta en una infección,

y el sexo se aproxima

a un trámite más o menos engorroso).

Una mujer que escribe se muere

y no se calcula cortada y cosida como un vestido barato,

con las partes íntimas mal ordenadas

debajo de un zurcido desprolijo

(¿Cuánto pesa tu cerebro?

¿Cuánto pesa tu maravilloso cerebro?

¿Cuánto pesa un poema?).



Una mujer que escribe

se juega los pulmones

en una partida de ajedrez

que no va a ganar nunca.



Esa mujer sos vos, querida.



Una mujer que escribe

es un defecto

que no concibe planes de salvación.



Esa mujer sos vos, querida.



O soy yo.



Quién sabe.






Arte: "Woman Writing a Letter", Charles Kaufman

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)