Lo
nuestro prescribió hace años.
Fue
un delito menor.
Algo
tan trivial
como
robarle flores a la primavera.
Tan
dolorosamente hermoso
como
el canto de un pájaro en cautiverio.
En
estos años
-en
estos años sin verte,
sin
tocar tu respiración
con la tersura ardiente de mi espalda-
pasaron
tantas cosas.
Pasó
la muerte con sus ojos secos
y fui
la pálida novia arrebujada
en su
letanía de huesos.
Pasó
la vida en canto
y en
la palma de mi mano
se
prometió una línea de futuro.
Los
días se rompieron como uvas,
dulces
a veces
y a
veces tan amargas.
Aprendí
a pastar en el silencio,
cordero
de un Dios que no me reconoce,
animal
más profundo que la noche,
cuerpo
de azúcar regido por la luna.
En
estos años
tu
nombre se quebró
como
una tacita de porcelana
y lo
barrí debajo de mi lengua,
un
pecado de manzanas húmedas.
Lo
empapé de saliva melancólica.
Lo
sepulté en la línea azul de mi garganta.
Fue
un delito menor,
lo
nuestro,
un
olor a violines y claveles
que
se apagó inconcluso.
Prescribió
hace años,
sin
embargo,
hay
algo de vos en las constelaciones
y hoy
desperté temblando
en tu
desnudez imaginada.
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