NADIE QUIERE SER TAN VIEJO COMO LOS VIEJOS DEL POEMA DE GÜNTER GRASS
“Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.”
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.”
Günter Grass
Nadie quiere ser tan viejo
como los viejos del poema de Günter Grass.
Ni estar tan triste. Ni sentir tanta vergüenza.
No nos gustan las taquillas cerradas.
No nos gustan las películas que prometían amor
y convidaron mantas demasiado cortas,
cenas frías,
domingos atroces,
baños siempre ocupados
(quiero hacer pis, quiero peinarme,
quiero masturbarme, quiero una ducha,
quiero quedarme en el baño para siempre
porque los baños son los únicos lugares
que se salvaron del mundo).
Nadie quiere ver gordas en la pasarela
ni barrer el papel picado
cuando se terminó la fiesta.
Nadie quiere que le digan
que hubo algo más importante
que recoger sus pedazos,
rearmar la pronta lascivia de sus muslos,
reincrustar sus ojos,
coser su espinazo al alba luminosa,
al ridículo altisonante de la primavera.
Nadie quiere reconocer que no tiene
un volcán entre las piernas
(tiene una desolación, un interrogante,
un dolor de cabeza, un “hoy no, estoy cansada”).
Dos horas, mil horas bajo la lluvia (como un perro)
y nadie quiere estar mojado.
Nadie quiere aceptar
que ya no tiene edad para las guitarras
(y seguimos escuchando rock,
bailoteando cuando nadie nos ve,
usando remeras con el logo de “The Ramones”).
Nadie quiere ver fotos morbosas
en los atados de cigarrillos
(“te vas a asfixiar, te vas a pudrir, te vas a morir”).
Nadie quiere bajarse del tren.
Aunque el tren esté loco
(más loco que nosotros)
y no vaya a ninguna parte.
Nadie quiere ser tan viejo
como los viejos del poema de Günter Grass.
Nadie quiere ser tan viejo
como los viejos del poema de Günter Grass
y no tener alguien
que lo tome de la mano.
Arte: C215 (Christian Guémy)
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