martes, 19 de julio de 2022

IANFU


IANFU



Ella lleva la luna cosida a los párpados

y siempre es noche

en su desnudez lisiada.

Los hombres la tocan

con sus alientos envanecidos de sangre,

la palpan

con sus ladridos de muerte.



Ella abre las manos para que respiren sus úlceras,

cierra las piernas en una ilusión de eternidad

que dura nada.

Los hombres hacen la guerra en el frente

y hacen la guerra en su útero,

trinchera de consuelo que  se desconsuela

en la humedad de una mirada sesgada.

Útero azul

de sal y de agua

donde flotan

pececitos muertos,

labios mayores y menores profanados

por arpones de pólvora.



Ella piensa en el hogar,

rebusca sus migajas distantes,

se abraza a un gesto familiar que salvó

como pudo

del dictamen del humo.

Los hombres  refriegan su semen infeccioso

contra el cadáver  de su última sonrisa.

En su boca de niebla

los dientes son flores de cerezo que caen.



Pero no reverdece

y la primavera

jamás le toca el cuerpo.



Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses establecieron burdeles militares en los países que ocuparon. Miles de mujeres de Corea, China, Japón, Filipinas, Tailandia, Vietnam, Malasia, Taiwán, Indonesia y otros territorios ocupados por las tropas imperiales, se vieron obligadas a prestar servicios sexuales a los militares del ejército japonés. Fueron las llamadas ianfu o comfort women (mujeres de consuelo). Las mujeres jóvenes eran secuestradas de sus hogares o engañadas con falsas promesas de trabajo. Una vez reclutadas, eran encarceladas en confort stations (auténticos prostíbulos) donde eran obligadas a satisfacer la lujuria de los japoneses.


Fotografía: Sri Sukanti, uno de los sobrevivientes, envuelta en una bufanda del artista Dewi Candraningrum (Instagram.com/dewicandraningrum)

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