LECTURAS ENCUENTRO MILLÓN Y MEDIO DE MUNDOS - LOS LIBROS VIVEN
EL SILENCIO ES SALUD
“El silencio es salud”.
Eso me enseñaban en la escuela.
Escribía ese eslogan una y otra vez
y hasta hacía dibujos para que fuese más digerible.
Personitas en una plaza.
Personitas en un parque de diversiones.
Personitas tomadas de la mano.
Mudas.
No podían decir “te quiero”,
ni “me duele”,
ni preguntar “por qué”.
“El silencio es salud”.
Pero a ellos no les gustaba el silencio.
Les gustaban los gemidos, los aullidos, los llantos.
El silencio era salud para nosotros,
que teníamos que callarnos
cuando ladraban los perros,
cuando arreciaban los gritos,
cuando se llevaban de los pelos a la chica de al lado
(“Pero la chica, ¿no miraba la telenovela?
¿No iba a comprar el pan?
¿No jugaba con su hijo como mamá juega conmigo?
¿La chica era mala?
¿La chica nos iba a matar a todos?”
“Callate, nena, callate,
y seguí cortando papelitos,
mirá que Argentina le gana a Holanda
y hay que tirar muchos papelitos…
Callate que sí,
que nos van a matar a todos.”)
“El silencio es salud”.
¿Cuánto silencio significó en mi vida
crecer entre personitas mudas
y chicas muertas?
Ahora grito lo más alto que puedo.
Creo que jamás estuve tan sana.
Arte: "Silêncio", Fabiano Millani
“¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”
Canto tercero del Libro Infierno de la Divina Comedia
Dante Alighieri
Los perros del amanecer aúllan en negro
y las horas
se olvidan de darse a luz.
La vida es una muerte en ciernes,
una cinta de luto comprimiendo
la tráquea de la primavera,
una mancha de soledad que tiembla
aguijoneada
por el estruendo caníbal de las botas.
Nueve círculos de huesos
descienden
hasta un pandemónium de pájaros rotos.
Nueve círculos de hambre.
Alguien sacude fantasmas antiguos,
tiende sábanas de orina y sed
en la impotencia de las gargantas.
Respirar es difícil:
el aire agoniza entre tanta tristeza.
En una pared descascarada
relumbra
el trazo de una mano que quiso
ponerle palabras a la libertad.
Pero yo siento que la poesía no basta.
Por primera vez siento que la poesía no basta.
Ni mil años de poesía
alcanzarían para lavar los pies
de tantos Cristos acribillados a miedo.
En mi adolescencia
yo caminaba la vereda
de esta casa de sangre.
Tenía el pelo corto
y los ojos más lindos del mundo.
Y no sabía.
Te juro que no sabía.
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