sábado, 30 de octubre de 2021

LA LOCA EMA


LA LOCA EMA

 

Salía a la calle con una bombacha en la cabeza

y los chicos del barrio nos desternillábamos de risa.

Ni siquiera la infancia

(esa estampita de pureza idealizada que compramos

en alguna feria entre mística y pagana

instalada frente a la catedral de la vida)

se salva de la fina cuota de crueldad

que atraviesa todo lo humano.

Estaba siempre rodeada de perros flacos

y revolvía incansablemente la basura de los vecinos

buscando algo que había perdido hacía años

 jamás encontraba.

“La cordura”, opinábamos con desdén.

Porque estaba loca, claro.

Era la loca Ema.

 

Si estás loca te siguen los perros de la calle

o atiborrás tu casa de gatos maltrechos

(y si hay alguno tuerto lo llamás Plutón,

como el del cuento de Poe).

Si estás cuerda comprás un animal de raza

y no tocás a los de la calle

por si muerden,

por si están demasiado sucios,

por si están enfermos.

Si estás loca buscás en la basura de los otros

eso que te partió la vida en dos,

la porción de torta que no te tocó,

la llave que te cerró la garganta

y te dejó con el grito adentro

para que se pudra y te pudra,

y te convierta en el hazmerreír del barrio,

la desquiciada que sale a la calle

con una bombacha en la cabeza.

 

Yo no sé qué buscaba la loca Ema.

Lo único que sé es que estaba sola,

siempre sola.

Y que los perros orbitaban a su alrededor

como si esa mujer fuera el sol y ellos

planetas de costillas descalzas

subyugados por la inapelable ley de gravedad.

 

Yo no sé quién era en realidad la loca Ema.

 

Por ahí era el sol,

de verdad era el sol.

 

Y nosotros,

de puro normalitos,

no nos dábamos cuenta.



Arte: Maureen Scott
 

miércoles, 27 de octubre de 2021

BROTE POÉTICO RADIO

AMANTE

 

AMANTE


Leí en algún lugar

que las mujeres buscamos hombres

parecidos a nuestros hermanos.

Cuando te conocí te dije que te parecías a él.

Difícil, difícil.

Un boleto de ida a la frustración.

Como cuando llueve sopa

y te agarra con un tenedor en la mano.


Pero, no. No te parecías tanto.

Él se burlaba de los poetas

y vos

te enamoraste de mi manía de Alejandrita de cotillón

colgando guirnaldas de luto

(palabras, palabras)

para desanimar la fiesta.


Yo  me enamoré de un hombre

hecho a la medida de mi ayuno.

A veces tenía tus ojos.

A veces. Casi nunca.


Para ese entonces estaba tan delgada.

No cocinaba ni comía.

Me encerraba  a llorar entre ollas y sartenes

como una Cenicienta anoréxica.

Tenía la tristeza metida en los huesos.

Cuando hacíamos el amor

los embates de tu cuerpo

la empujaban fuera de mí.

Pero nunca se iba demasiado lejos.

Esperaba, agazapada,

enredada entre las sábanas,

y se pegaba a mis muslos

cuando me vestía para irme.


Vos te enamoraste

de mi feroz melancolía.

Me regalaste una novela de Sylvia Plath.

Me citabas en los cementerios.

Pero me dejaste

porque me reía poco

y no sabía bailar.


Todo esto pasó hace tanto tiempo.


De vez en cuando pienso

que me gustaría encontrarte

en la cola del cine.

O en la del supermercado.

Decirte que no nos guardo rencor.

Que ahora me río mucho,

de todos,

de todo,

y bailo entre ollas y sartenes,

mientras preparo brownies,

galletitas de miel

y mermelada de zapallo.

Que no me entra

ninguno de los primorosos vestidos

que me ponía para correr a tu encuentro.

Que cuando paso por un cementerio

me cruzo de vereda.


Decirte, mi querido,

que yo no necesitaba un amante:

necesitaba un gato.




domingo, 24 de octubre de 2021

EL GATO SIN DUEÑO


 EL GATO SIN DUEÑO


A Manuel

 
Me estudia,

desde su adolescencia apenas despuntada,

con la fría arrogancia

de los gatos sin dueño.

Tiene la mirada verde, boscosa,

ataviada de animales pequeños

que se escurren entre las hojas

y unos brazos demasiado largos

que se mueven

sin permiso del viento,

como las aspas de un molino descompuesto.



No me alcanzan las manos

para abarcar el torbellino que lo habita.

No me alcanzan los pies

para seguir el loco itinerario

que le traza la sangre:

hay islas en las cuales

no puedo aventurarme,

con mi boca amansada,

mis libros deslomados por el sueño,

mis módicas certezas.



Algunas veces

-sólo algunas-

el gato sin dueño me adopta

y se acurruca a mis pies.

Hasta parece que puedo

tocarle la cabeza.



Pero no.

La ventana está abierta

y allá va,

mordiéndose los techos,

buscándose la vida en las umbrales,

lamiéndose,  tan solo.



Sin volver la sonrisa,

ni siquiera una vez,

hacia la mujer que soy,

la confundida,

la que no sabe qué hacer

con el ovillo de lana roja

que tiene en la mano.



  
  
Arte: "Gato con fondo rojo", Carlos Páez Vilaró

miércoles, 20 de octubre de 2021

BROTE POÉTICO RADIO

LA BAILARINA


 

LA BAILARINA

 

En tus ojos danzaba.

Era una bailarina más liviana que el viento.

Una flor agitando su leve taquicardia.

En tus ojos la niña que sentía vergüenza

por sus zapatos torpes

se soltaba el recato,

los pudores, el miedo.

Y danzaba.

Era un venado blanco de perfecto equilibrio,

algo trascendental,

algo como la escarcha, que se toca y que duele,

que es bello, que se escapa.

En tus ojos mis pies eran dos golondrinas

y había un vuelo dulce

puntual como el verano

cada vez que tu boca se subía a mi boca

y se apuraba el beso.

 

En tus ojos danzaba.

Era la bailarina que olvidé en el desván

de los días tachados,

de las cosas que pasan.


Arte: Ashvin Harrison