viernes, 6 de agosto de 2021

EL ELEFANTE EN LA HABITACIÓN


EL ELEFANTE EN LA HABITACIÓN

 

 

No sé si fue el firme propósito de morir

 

o la urgencia de acabar con una discusión.

 

Una pastilla, dos pastillas, diez pastillas

 

Perdí la cuenta.

 

Al rato,

 

flotando sobre  mi cuerpo,

 

como en una mala copia de “Ghost”,

 

me vi con mi tapado rosa

 

y un camisón gris asomando debajo,

 

acostada en una camilla de ambulancia.

 

Una pastilla, dos pastillas, diez pastillas.

 

 

De una camilla a otra, a otra, a otra.

 

casi desnuda,


apenas cubierta con un camisolín ridículo,

 

traté de contestar preguntas que no entendía,

 

intenté que mis párpados no se derrumbaran.

 

Más tarde el suero, la sonda vesical.

 

El murmullo al que nadie atendía:

 

quería dormir, nada más.

 

Una pastillla, dos pastillas, diez pastillas.

 

¿Quería dormir nada más?

 

 

No sé qué pasó después


pero abrí los ojos en una habitación vidriada.

 

donde me sentí una presa de zoológico

 

expuesta a la mirada de todo el que pasaba:

 

el animal entumecido

 

como entretenimiento cruel.

 

Lloré hasta que me inyectaron algo

 

y me disolví en la noche.

 

Una pastilla, dos pastillas, diez pastillas.

 

 

 

Al otro día me encerraron en una cuarto blanco

 

con las ventanas trabadas

 

(no sé si fue el firme propósito de morir

 

o la urgencia de ser pájaro)

 

y una madera pintada

 

ocupando el lugar donde debería haber un espejo

 

(no sé si fue el firme propósito de morir

 

o la urgencia de romper el espejo

 

y embadurnarme la boca con sangre).

 

Dos días estuve encerrada.

 

Hasta que viniste vos. Con la doctora.

 

Y me hablaron.

 

Y yo dije que sólo quería dormir.

 

Y firmé un papel.

 

 

Y acá estoy, mirando Netflix,

 

como si no hubiese pasado nada.

 

 

El elefante en la habitación nos mira,

 

No lo vamos a nombrar.

 

No vamos a admitir qué está ahí 


meneando su enorme cabeza

 

cada vez que tomamos impulso

 

y escupimos silencio.

 

Cada vez que me callo

 

me cruza el paso.

 

Una palabra bastaría para que se desvanezca.

 

Pero no hay palabras para nombrar tanto dolor.



 

Seguro que me acostumbro a él.

 

Seguro que él se acostumbra a mí.

 

A mi manía de amordazar

 

esto de adentro que pide ser dicho a gritos.


 

 

Por ahí algún día contamos pastillas

 

el elefante y yo.

 

Una pastilla, dos pastillas, diez pastillas.

 

Por ahí algún día queremos dormir juntos.

 

 

Quién sabe.

 

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