EL ELEFANTE EN LA HABITACIÓN
No sé
si fue el firme propósito de morir
o la urgencia de acabar con
una discusión.
Una pastilla, dos pastillas,
diez pastillas
Perdí la cuenta.
Al rato,
flotando sobre mi
cuerpo,
como en una mala copia de “Ghost”,
me vi con mi tapado rosa
y un camisón gris asomando
debajo,
acostada en una camilla de
ambulancia.
Una pastilla, dos pastillas,
diez pastillas.
De
una camilla a otra, a otra, a otra.
casi desnuda,
apenas cubierta con un camisolín ridículo,
traté de contestar preguntas
que no entendía,
intenté que mis párpados no se
derrumbaran.
Más tarde el suero, la sonda
vesical.
El murmullo al que nadie
atendía:
quería dormir, nada más.
Una pastillla, dos pastillas,
diez pastillas.
¿Quería dormir nada más?
No sé qué pasó después
pero abrí los ojos en una habitación vidriada.
donde me sentí una presa de
zoológico
expuesta a la mirada de todo
el que pasaba:
el animal entumecido
como entretenimiento cruel.
Lloré hasta que me inyectaron
algo
y me disolví en la noche.
Una pastilla, dos pastillas,
diez pastillas.
Al
otro día me encerraron en una cuarto blanco
con las ventanas trabadas
(no sé si fue el firme propósito de morir
o la urgencia de ser pájaro)
y una madera pintada
ocupando el lugar donde
debería haber un espejo
(no sé si fue el firme propósito de morir
o la urgencia de romper el espejo
y embadurnarme la boca con sangre).
Dos
días estuve encerrada.
Hasta que viniste vos. Con la
doctora.
Y me hablaron.
Y yo dije que sólo quería
dormir.
Y firmé un papel.
Y acá estoy, mirando Netflix,
como si no hubiese pasado
nada.
El
elefante en la habitación nos mira,
No lo vamos a nombrar.
No vamos a admitir qué está ahí
meneando su enorme cabeza
cada vez que tomamos impulso
y escupimos silencio.
Cada vez que me callo
me cruza el paso.
Una palabra bastaría para que
se desvanezca.
Pero no hay palabras para
nombrar tanto dolor.
Seguro que me acostumbro a
él.
Seguro que él se acostumbra a
mí.
A mi manía de amordazar
esto de adentro que pide ser dicho a gritos.
Por ahí algún día contamos
pastillas
el elefante y yo.
Una pastilla, dos pastillas, diez pastillas.
Por ahí algún día queremos
dormir juntos.
Quién sabe.
Estremecedor. Excelente. Rosana Mazzoni
ResponderBorrarMuchas gracias, Rosana!
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