Me hubiera gustado conocerte
cuando tenías
catorce años.
Cuando
tus pasos no temblaban
y las veredas
reventaban de
flores
alrededor de tus
zapatitos Guillermina,
y los pibes del
barrio
se daban vuelta
cuando te veían
pasar.
Kolynos, te decían.
La
chica pura sonrisa.
Me hubiera gustado
conocerte
antes de que
ninguna sombra
te enlodara la
frente.
Con el corazón
indemne.
Sin arrastrar el
estigma
de la viudez
prematura
Sin
la llaga del hijo muerto
quemándote el
útero.
Sin
ninguna mueca de dolor
torciéndote
la boca
cuando
intentás tender la cama,
o te levantás de una silla.
Me hubiera gustado
preguntarte
“¿Cómo estás?”
y que me
respondieras “Bien”.
Y me
sonrieras, chica Kolynos,
para
volver a nacer en tu alegría
y
sacudirme del cuerpo
este
antojo ridículo de duplicar tu otoño,
tus
malas brújulas, tus tormentas,
tus retablo
de lágrimas.
Desaprender
el enojo y la tristeza.
Desaprender la hembra amputada.
Me hubiera gustado
verte feliz,
mamá.
Verte
feliz.
A los
catorce.
Siempre.
Arte: Anna Subbotina
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