SOBRE "NI AGUJA NI RELOJ" DE ROSSEMARIE CABALLERO
La poeta Audre Lorde dijo alguna vez que, para las mujeres la
poesía no es un lujo, es una necesidad vital, ya que define la calidad de la
luz bajo la cual formulamos nuestras esperanzas y sueños de supervivencia y
cambio, que se plasman primero en palabras, después en ideas y, por fin, en una
acción más tangible. Y esta afirmación, que comparto plenamente, queda
corroborada de manera indiscutida en cada uno de los versos que componen Ni
Aguja Ni Reloj, el nuevo poemario de Rossemarie Caballero, que echa mano a la
belleza del lenguaje y a la perfecta construcción del verso para poner de
manifiesto que la poesía es un artículo de primera necesidad en el universo
femenino, el paso inicial en un camino de transformación interior que repercute
directamente en la transformación del otro. En un momento histórico en el que
la lucha femenina por la igualdad y el reconocimiento ha ganado las calles, la
poesía es un medio tan válido como cualquier otro para reivindicar y enaltecer
lo femenino y revalidar su fuerza.
El punto de partida de Ni Aguja Ni Reloj es, claramente, una
mirada tierna y desgarrada a una infancia/adolescencia atravesada por uno de
los duelos más cruentos, la pérdida de una hermana: “de moño rojo / una nena de
vestidito azul / sábanas blancas y humo y rojo / la nena / detenida al costado
de un féretro”. Esta pérdida atraviesa todas las ausencias retratadas en la
poesía de Rossemarie, pero sustenta, también, las voces de la esperanza:
“porque el destino dicen / marcó tu partida / pero las magnolias cantan / y en
la cornisa come su tela una arañita”. La autora se da permiso para ordenar y
desordenar líricamente sus recuerdos y reflexionar sobre los roles de la mujer,
los vericuetos de la maternidad, los mandatos atávicos que pesan sobre
nosotras: “¿enseñará esa hija a sus hijas ser buenas hijas? /¿qué es ser buena?
¿buena o mala madre? / ¿mala para qué o para quién o por qué? / ¿a qué
intereses debe responder una mujer cuando es madre? / ¿a los intereses de la
hija, del padre, de la madre o de sí misma?”. Y lo hace con inteligencia y
valentía, con la certeza de estar dando un claro mensaje pero sin dejar de lado
un fino trabajo de orfebre que traza cada verso con celo y delicadeza.
Contenido y continente son, en la poesía de Rossemarie Caballero, una perfecta
simbiosis donde la lucidez y la belleza se retroalimentan para gestar un
universo único y particular donde sus esperanzas y sueños de supervivencia y
cambio son los de todas nosotras, mujeres que escribimos y leemos poesía,
mujeres hechas de lenguaje, ideas y acciones concretas orientadas a
reconocernos como hermanas en la palabra y más allá de ella.
Raquel G. Fernández
Amada Raquel Graciela, millón de gracias por tu hermosas palabras para mi obra. Te saludo desde Bolivia.
ResponderBorrarPara mí fue un honor ser parte de tu maravilloso libro! Abrazo, mi querida!
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