AUTORRETRATOS
AUTORRETRATO I
Tengo unos ojos bellos,
un poco descosidos, eso sí,
en la zona de los lagrimales:
escurren agua todo el día.
Tengo una boca bella también,
pero muerdo las palabras,
y algunas veces las escupo
sin ningún protocolo.
Soy descuidada, iracunda y le tengo fobia
a los trenes.
Además, escribo poemas.
¿Quién querría enredarse con una mujer
así?
AUTORRETRATO
II
No tengo las
piernas largas
ni la dentadura
perfecta.
Sin embargo,
he caminado
mucho
y he mordido
manzanas,
animales,
señores,
papeles
aburridos.
Y he digerido
ausencia,
tragado
cascabeles,
vomitado
promesas.
No tengo una voz
privilegiada,
ni una cintura
augusta como un trono.
No se me da bien
lo de inventar
palabras
a lo Oliverio.
No entiendo el
teorema de Pitágoras
pero me gusta el
vocablo hipotenusa:
está llena de
gatos,
de ríos,
de claveles,
como caleidoscopio.
A veces me
despierto
a mitad de la
noche
y le suplico al
hombre
que cose mis
retazos
con su aguja de
tiempo
un encuentro sin
lámparas.
A veces supongo
que estoy loca.
No tengo la
vergüenza de haber sido
ni el dolor de
no ser,
quizás porque no
fui
y porque sigo
siendo
o quizás porque
el tango
me deja tan
perpleja como a un pájaro
con las alas
cortadas
(si la querías
tanto,
¿para qué la
dejaste?;
yo no dejo jamás
lo que quiero:
yo lo mato).
No tengo un ex –
amante que me recuerde con afecto.
Mis ex –amantes
me odian.
Lo que es justo,
porque yo los
odio a ellos.
No tengo la
nariz agraciada,
ni el vientre
chato,
ni el ombligo
invicto.
Ni siquiera
tengo veinte años.
Sin embargo
todavía le
enlazo con mi sombra
el fuego del
verano.
Y redoblo la
apuesta de las lágrimas
cuando intuyo
lo rápido que se
seca la sangre.
AUTORRETRATO III
Casi siempre está triste,
salvo cuando escucha a Los Beatles
o acaricia a los gatos.
O cuando es viernes
y se toma un champancito barato,
y piensa “Gracias a Dios es viernes”,
como si la vida fuera una película disco
(porque no le gustan ni los sábados,
ni los domingos,
ni los lunes,
pero los viernes todavía tienen para ella cierto encanto,
cierto aire de genuina promesa).
Es mezquina, casi siempre,
generosa, a veces,
demasiado orgullosa como para romper las fotos que no la favorecen,
demasiado orgullosa como para reescribir sus poemas.
Nunca visitó Europa,
ni aprendió a bailar,
ni usó un vestido de fiesta.
Jamás se tiñó de rubia.
Pero es tan anacrónica, tan patriarcal,
tan tonta,
que todavía sueña con castillos y valses,
y una melena como la de Rapunzel extendida
sobre la almohada del Príncipe Feliz.
Hubiera deseado no nacer,
no crecer,
no tener que morir.
Hubiera deseado un don más práctico
que el de garabatear el dolor
y ponerle el cascabel a la palabra.
Casi siempre está triste
pero sonríe
como si no le apretaran los zapatos de la rutina,
como si el amor no fuera una prenda incómoda
que le tira de la sisa,
como si su corte de pelo todavía estuviera de moda.
Está gorda,
está vieja,
está asustada.
Casi siempre está triste.
Tiene unos ojos hermosos.
Hermosos los tres. Rosana Mazzoni
ResponderBorrarMuchas gracias!!!!
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