PRESENTACIÓN ANTOLOGÍA “TIERRA FÉRTIL”
"Si la poesía no llega con la misma naturalidad que las hojas a un árbol, es mejor que no llegue",
escribió el poeta británico John Keats en 1818, en una carta dirigida a su
amigo John Taylor. Esta naturalidad considerada por Keats como uno de las
virtudes más acabadas del poema, estas hojas tiernas que llegan a su debido
tiempo, sin ser forzadas, respetando los ritmos estacionales de cada creador,
son una de las virtudes más destacables de “Tierra fértil”, antología
compilada por Ivana Szac, que recoge trabajos de dieciséis poetas que pasaron por los talleres
de escritura que coordina hace algunos años. Los poemas que la componen giran
alrededor de dos temas centrales: la tierra, concebida como la Madre
Naturaleza, y la musa inspiradora.
Agustín Julio Almirón abre el
libro con poemas breves, concisos, iluminados por el fuego. La naturaleza en
ellos es reinterpretada desde el prisma del amor y el deseo: “Su ombligo de
uva/ devora mil ciudades”, “La noche despide/ su esperma de fuego/ las sábanas
conspiran”.
Sergio Bayer suma a su propuesta
un tono más melancólico. Sus poemas, también breves y de bella factura,
reinterpretan a la naturaleza desde lo amoroso, y suman una mirada desencantada
que no pierde, sin embargo, la fe en el poder resurrectivo de la palabra: “Como
parte de una tregua / en un frágil silencio / me entregué a los versos / que
harán de mí / un exorcismo / casi perfecto”.
Alejandro Belloni irrumpe en
“Tierra fértil” con imágenes de una riqueza sorprendente: “me marean las copas
/ del pez globo/ subiendo a la galaxia”, “un vuelo ciego / deja morir / las
plumas futuras”.
Jimena Cano se adentra en los
laberintos del recuerdo y la infancia: “la nieta se perdía / en el verdor del
campo / inventando casas en los eucaliptos”, y suma al libro la experiencia de
lo femenino en poemas de una fuerza abrumadora: “soy la que carga la cruz / la
sentenciada / la de la letra escarlata / en las costillas”.
Pilar Castelli apuesta también a
lo femenino, y dice de las mujeres: “cada una carga/ con el peso de su historia
/ a veces son musas / otras andan solas”. El amor, la soledad, la espera,
desembocan en un mensaje de esperanza, la tierra fértil como metáfora de lo que
florece.
Claudia Andrea Colombo poetiza con
delicadeza el juego amoroso. La tierra fértil es en sus textos una parábola del
cuerpo y el deseo: “Estoy sedienta / en la búsqueda/ un temblor / invade mi
cuerpo, “Quiero/ ser el agua de tus labios/ el azúcar que derrite tu mundo”.
Susana de Iraola suma a “Tierra
fértil” una poética madura que oscila entre la belleza y el desgarro: “La
dimensión exacta / de mi caparazón / se parte / tierra fértil la herida abona/
sin razón el sigilo de los brotes”.
Ariel Damián Delgado conmueve con
su clara mirada del mundo. Cierra su poema “Guerra” con versos potentes: “la
naturaleza /nos pone en una prisión abierta”.
Germán Horacio Domínguez despunta
una sensibilidad que estremece, incursionando en la poesía social: “Los dientes
mastican odio / duele la indiferencia / lo golpea la exclusión / y hay un solo
camino”.
Griselda Facta es dueña de una voz
poderosa que no tiene desperdicio: “Soy un bicho bolita (otra vez) / un punto
escamoso y negro / rodaré hasta encontrar / un huequito subterráneo / donde
nadie / pise mis silencios”.
Yanina Giacci aporta a “Tierra
fértil” una serie de poemas traslúcidos, delicados, donde la naturaleza es una
excusa para trasuntar sus estados de ánimo: “desbordo / inundo / mi pecho
doliente”, “el canto de los árboles / me rescata / una vez más”.
Beatriz Gómez entra y sale del
poema conjugando sus vivencias personales con las vivencias del mundo,
postulando la esperanza como un Ave Fénix en eterno renacer: “un pájaro /
sobreviviente del magma / incandescente sangre / desde las cenizas”.
Ángela Intelisano se atreve a campear
la intemperie: “No es fácil la intemperie / sin embargo / doy hijos a la tierra
/ con mi vestido negro”. Nos golpea con ternura con “La casa de la infancia”:
“voy cerrando los ojos / me vuelvo tan pequeña / en esa casa que sigue viva / la casa de mi infancia”.
Daniela Rosito juega con el poema
y la palabra con gracia: es un ave, un grito, la duda de volver a caminar un
jardín que florece en espinas: “¿Temés /
que arrebate / la raíz del suelo / lo que no florece / en la breve primavera?”
Ana Vélez apuesta a una voz
melancólica, que nace en el margen del río. La naturaleza respira en sus versos
notas dolientes no exentas de esperanza: “mi almohada son plumas / que me
prestan las palomas / yo me visto de
carencias / y me calzo de esperanza”.
Danney Velázquez cierra “Tierra
fértil” con poemas breves y profundos y apuesta al encuentro con el otro: “el
vacío compartido es mejor”.
“Tierra fértil” es un libro que,
de la mano generosa de Ivana Szac, ofrece un ramillete de voces diversas, todas
disfrutables, que enriquecen el mágico universo que nos conmueve y nos convoca:
el universo de la palabra.
Raquel
G. Fernández