LUCIANA
“Tu piel es una mancha de carbón sofocado que atraviesa la estera de los días.
Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arranca y después ya no estabas.”
Olga Orozco
Un
parpadeo de cuchillos
vaticina
el
lento despuntar de la fiera.
El tajo
es una ceremonia que le obtura
la
plenitud de la garganta
(hay sábanas
de florescencia deshiladas,
por un
golpe de escarcha,
anaqueles
de llanto donde el miedo acomoda
lo poco
del mar que queda en la memoria,
muñecas
insomnes
que
sangran por la herida).
En su perfil
de pájaro ligero
la
muerte llueve
un
vendaval de flecos rojos.
Arquitectura
de filos inclementes
le devastan
los cimientos
del cuerpo.
En los
ojos le escuece
un
páramo de cal viva.
(Alguien
la nombra más allá de la herida.
Alguien
la pena, siempre.
Alguien
le borda en el ruedo de la tierra
un
madrigal de veranos y bicicletas azules.
Pero
los algodones del recuerdo no bastan
para
sanar su vuelo de mariposa rubia
cortada
en pedacitos).
Luciana Moretti salió de su casa la madrugada del 15 de octubre de 2004, y fue hasta la de Pablo Víctor Cuchán. Ambos vivían en el mismo barrio de Ingeniero
White, en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, y mantenían una relación sentimental. A partir
de ese momento, no se supo nada más de la chica. Hasta que una semana después
su cráneo fue hallado en un descampado. Una llamada telefónica realizada desde
la casa de Cuchán llevó hacia allí la
pista de la investigación: Luciana había sido asesinada, descuartizada y quemada en una parrilla. Pablo
Víctor Cuchán fue condenado a 18 años de prisión por el homicidio. Luciana tenía 15 años.
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