LA
MALDICIÓN DE LAS CONEJITAS DE PLAYBOY
Las
conejitas de Playboy están malditas.
Ni sus vehementes
melenas
ni sus
culos redondos como las manzanas de cera
que
adornaban la frutera de mi abuela
las
salvan de la catástrofe.
Suelen
enredar el glamour de sus piernas
en los
párpados de vaqueros inútiles
que las
aman desnudas y las sueñan en burka,
y las
matan porque no pueden
con
unas tetas tan dulces.
Se
dejan devorar por ese cáncer rosa
al que bautizan
amor
y
cuando las tripas les duelen hasta el alma
manotean
un teléfono,
un
frasco de pastillas,
una
tijera ardiente para cortar
los
ladridos de la noche.
Algunas
se estrellan en autos lujosos
a no sé
cuántos kilómetros por hora
y las
revistas inventan historias de rubias decapitadas
y
demonios que no avisan y traicionan.
Otras
cumplen cuarenta años.
Arte: "Amanda Callahan", Robyn Twomey
has develado el lienzo
ResponderBorrarácida mirada y es que no puede ser de otro modo
los años no perdonan aunque la silicona y botox den la pelea
abrazos
Los años no perdonan, ni a ellas ni a nosotras. Tampoco la sociedad que nos exige estar siempre flacas, bellas, radiantes. Un abrazo, amiga querida.
BorrarLa edad no perdona...
ResponderBorrarPero es imperdonable no estar aunque la belleza para un momento de pequeñas glorias ya se haya evaporado...
Abrazo, Gata, y gracias por pasar!
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