domingo, 30 de agosto de 2015
sábado, 29 de agosto de 2015
SERÁ PORQUE NO SABEMOS CÓMO SE LLAMAN
SERÁ
PORQUE NO SABEMOS CÓMO SE LLAMAN
Cecil está muerto.
Cecil era un león.
El más bello de Zimbabwe , dicen.
El mundo se indignó, por supuesto.
¿A quién no lo indigna que asesinen a un león?
Algunos lloramos un poco.
Otros alzaron sus voces pidiendo justicia,
firmaron solicitadas,
armaron una página en su memoria en Wikipedia,
maldijeron a la humanidad.
Denunciaron.
Hay unos niñitos que también están muertos.
Ahogados.
Seguramente eran, para sus madres, los más bellos de Siria,
de Bangladesh
o de Nigeria.
Seguramente también lo serían para nosotros
si los hubiésemos visto sonriendo
y no empapados de horror,
los vientres hinchados como lunas tristes,
las gargantas atravesadas por arteros huesos de sal
que se quedaron
con la última palabra.
Pero no hay ni indignación, ni llanto,
ni maldiciones, ni solicitadas,
ni denuncias.
Ni siquiera una página en Wikipedia recordando
a la nena del vestido a lunares,
al nene de la remerita roja,
al morochito que todavía usaba pañales.
Será porque no son leones:
son nidos de carencia y esperanza
donde ya empiezan a erigirse los gusanos.
Será porque no sabemos cómo se llaman.
Nueva tragedia en el Mediterráneo: centenares de refugiados ahogados en la costa libia
Poema publicado en la revista SOTT.NET
jueves, 27 de agosto de 2015
LA MALDICIÓN DE LAS CONEJITAS DE PLAYBOY
LA
MALDICIÓN DE LAS CONEJITAS DE PLAYBOY
Las
conejitas de Playboy están malditas.
Ni sus vehementes
melenas
ni sus
culos redondos como las manzanas de cera
que
adornaban la frutera de mi abuela
las
salvan de la catástrofe.
Suelen
enredar el glamour de sus piernas
en los
párpados de vaqueros inútiles
que las
aman desnudas y las sueñan en burka,
y las
matan porque no pueden
con
unas tetas tan dulces.
Se
dejan devorar por ese cáncer rosa
al que bautizan
amor
y
cuando las tripas les duelen hasta el alma
manotean
un teléfono,
un
frasco de pastillas,
una
tijera ardiente para cortar
los
ladridos de la noche.
Algunas
se estrellan en autos lujosos
a no sé
cuántos kilómetros por hora
y las
revistas inventan historias de rubias decapitadas
y
demonios que no avisan y traicionan.
Otras
cumplen cuarenta años.
Arte: "Amanda Callahan", Robyn Twomey
miércoles, 26 de agosto de 2015
SOBRE “3… NÚMERO DIVINO” DE SUSANA RODRIGUES TUEGOLS
SOBRE
“3… NÚMERO DIVINO” DE SUSANA RODRIGUES TUEGOLS
Dice Sissi Varga en el prólogo
de la novela “3… Número Divino”: “Hay un
momento de la vida en que hay que empezar a acomodar los recuerdos”. De
cara a ese momento, Susana Rodrigues Tuegols, autora de la novela en
cuestión, se embarca en una enorme tarea
estética y emocional que implica, no sólo acomodar sus recuerdos (muy
especialmente aquellos relacionados con la pubertad y la adolescencia, tan
significativos en el universo femenino), sino, además, convertirlos en una obra
que, si bien pertenece al mundo de la ficción, no deja de incluir en sus
pasajes más ricos pinceladas autobiográficas. Es Rosa quien nos habla desde las páginas de “3… Número Divino”, quien nos transmite sus inquietudes, sus
alegrías, sus decepciones, su percepción sobre el amor y la amistad, pero
también es Susana quien lo hace. Autora y personaje comparten una mirada limpia
y apasionada del mundo y van diagramando un relato íntimo, emotivo, donde,
debajo los típicos conflictos adolescentes, subyacen otros conflictos que van
tomando cuerpo a lo largo de la novela y desembocan en un desenlace inesperado
que resignifica todos los pasajes de la historia.
Susana Rodrigues Tuegols logra
en “3… Número Divino” personajes
reales, muchachitas con las que cualquiera de nosotras puede identificarse
desde su memoria emotiva y reconstruye prolijamente pautas, circunstancias, formas de
relacionarse entre pares y con los adultos,
posturas frente al despunte del amor y del goce sensual, típicas de los
adolescentes de la década del ’60. Para quienes transitaron su pubertad en esos
años, la novela significará una conmovedora revisitación a ese momento mágico.
Para quienes no, un atractivo muestrario de códigos y costumbres de una época
que muchos hubiéramos deseado vivir.
Con música de The Beatles, Millie
Small, Richard Anthony, y
atravesada por el espíritu festivo de los años ’60, pero también por sus prejuicios
frente a la sexualidad, “3… Número
Divino” nos regala la visión de una mujer madura acerca de un momento
crucial de la vida: el momento en el que
las puertas de la niñez se cierran y se abren otras puertas detrás de las
cuales el amor, la amistad, los sueños y los dolores nos dan la agridulce
bienvenida al mundo de los adultos.
Raquel Graciela Fernández
lunes, 24 de agosto de 2015
viernes, 21 de agosto de 2015
miércoles, 19 de agosto de 2015
TERRONES AMARGOS
TERRONES
AMARGOS
Debajo
de la palma de mi mano
la intemperie
aúlla
su
itinerario de fresas ácidas.
Un
eclipse de pupilas,
una
luna que se rompe en la garganta,
el pelo
sucio de muerte.
El frío
que viene.
El
frío.
Él hace
un pozo cerca del macizo de calas
(van a
dolerle todos los huesos esta noche
y los
huesos serán su excusa para desvelarse
por el
animal muerto).
Yo
deshago terrones amargos
y lloro
sin levantar la voz.
Sangra
de corazón el jardín,
cada vez
más triste.
Arte: "Galgo", Iván Correa
domingo, 16 de agosto de 2015
SOBRE “VENÉREA” DE VLADIMIR JANTUS CASTELLI
Alejandra Pizarnik, la talentosa poeta argentina, consideraba que
el poeta era el gran terapeuta. Para
ella, escribir un poema implicaba reparar
la herida fundamental común a todos los hombres, exorcizar, conjurar. Convocar lo mágico para evitar que el dolor
sucediera. “Venérea”, poemario de Vladimir Jantus Castellli de sugestiva belleza,
cumple holgadamente con las premisas enunciadas por Alejandra. Adentrándose en
una búsqueda lírica trascendente y
valiéndose de exquisitas imágenes, que dan cuenta de la palabra
trabajada con esmero de orfebre,
Vladimir ayuda a reparar la llaga colectiva; restaña nuestras heridas restañando las suyas.
En un panorama poético en el cual las palabras están, muchas
veces, vacías de sentido, y se amontonan desordenadamente en un remedo de
poema, “Venérea” se destaca por su claridad
y coherencia: cada composición del libro es un Universo en sí mismo, fácil de
aprender y aprehender, fácil de amar. Vladimir nos ofrece, en cada uno de sus
trabajos, aquello que reclama para sí: “dame las uvas/ las ropas/las burbujas/ dame
el vino de las fiesta/el que beben los mendigos/ los espejos/ las ciudades/dame
viajes/ travesías/músicas/orgías (…) dame las voces de los pájaros/la lengua de
los animales/lo indescifrable”. Su generosidad poética es conmovedora.
Haciendo
gala de un claro manejo del lenguaje, de una sensualidad madura, de una
intensidad poco común y de una ternura que sorprende, Vladimir Jantus
Castellli logra un poemario inolvidable. Emprender la lectura de “Venérea” es una experiencia que deja
huella. Es, tal como lo diría el poeta, “la
suave sensación de estallar en partículas”.
Raquel Graciela Fernández
jueves, 13 de agosto de 2015
PRESENTACIÓN DE "VENÉREA" DE VLADIMIR JANTUS CASTELLI
PRESENTACIÓN DE "VENÉREA" DE VLADIMIR JANTUS CASTELLI
Panel de presentadores
ALICIA DIGON, poeta y novelista, directora de la revista GUKA
ALEJANDRA VARELA, dramaturga, escritora y periodista de Página 12 y Revista Ñ
15 de agosto a las 17 hs. - Biblioteca Nacional (Agüero 2502, Buenos Aires)
Sala Augusto Cortázar
viernes, 7 de agosto de 2015
ARAÑAS VERDES
ARAÑAS VERDES
La Muerte siempre estuvo ahí.
Siempre.
Fue una vecina más cuchicheando en las esquinas del barrio
cuando el pibe de los ojos increíbles se ahogó en la
tosquera
(el pibe tenía catorce años y vos apenas siete,
pero te gustaban esos ojos calientes como arañas verdes).
Él no te había mirado nunca
(cómo te iba a mirar,
tan chiquita,
con esas patitas flacas y el pelo demasiado corto,
y el álbum de figuritas con brillantina al que le faltaba la
más difícil
siempre debajo del brazo),
pero pasaron cuarenta años
y cada vez que un pibe se va así,
engullido por ese sacrificio urbano
que convenimos en llamar accidente,
soñás con arañas verdes.
Arañas que trepan por tu cuerpo nuevamente niño,
se enredan en tu pelito corto
y hacen agua en tu mirada para llover su dolor toda la
noche.
Para llover toda la noche los recuerdos
que no serán nunca
y la impotencia de saber que Ella siempre estuvo ahí,
que siempre va a estar ahí,
cuchicheando con las vecinas,
mientras alguna madre descuelga de su útero
una guirnalda de mariposas rotas.
Arte: "Bride of the lake", Stephen Mackey
martes, 4 de agosto de 2015
EL RONDADO
EL RONDADO
Estaba escondido
en las habitaciones del verano.
En el ojo locuaz
de la gaviota.
En el olor estricto de los pinos.
Me tomó la mano,
apartó el cabello de mi frente
y me dijo dos o tres palabras
que no olvidé nunca.
Después instaló su manera
en la mañana,
me atropelló la boca con un beso
rezumado de arena.
Cuando se fue
cosí mi velo de viuda
con plumas de golondrinas rotas.
La vida es un animal escaso.
Yo nunca supe que la muerte lo rondaba.
Mientras no lo tocó,
fuimos el mundo.
Estaba escondido
en las habitaciones del verano.
En el ojo locuaz
de la gaviota.
En el olor estricto de los pinos.
Me tomó la mano,
apartó el cabello de mi frente
y me dijo dos o tres palabras
que no olvidé nunca.
Después instaló su manera
en la mañana,
me atropelló la boca con un beso
rezumado de arena.
Cuando se fue
cosí mi velo de viuda
con plumas de golondrinas rotas.
La vida es un animal escaso.
Yo nunca supe que la muerte lo rondaba.
Mientras no lo tocó,
fuimos el mundo.
Arte: Duy Huynh
1º Premio 16º Certamen Nacional e Internacional de Poesía “Antonio Nelson Romera”, EDEA, Avellaneda, Bs. As. (2014)
sábado, 1 de agosto de 2015
FIN DE ETAPA
FIN DE ETAPA
“…y también perdida la
muchacha, a los cuarenta ya es solamente una manera de llorar dentro de una
palabra.”
Julio Cortázar
La primera vez que me desnudé frente al
espejo
tenía doce años.
Mis pechos levitaban
y mi ombligo era
una flor levemente rosada
que marcaba el camino hacia
constelaciones de saliva,
nidos de vértigo,
quemaduras ciegas
como cachorros recién nacidos.
La primera vez que busqué la palabra mujer en el diccionario
tenía doce años.
Y ahí estaba yo,
desnuda frente al espejo,
germinada,
deletreando la vida con los muslos.
El agua devenida en vino
me erigía
en rehén del milagro.
Hoy el vino es agua nuevamente
y me acordonan
los fantasmas del viento.
Me reconozco como un árbol sin hojas:
el memorándum perfecto del otoño.
Y pregunto lo mismo
que preguntó mi madre,
que preguntó la madre de mi madre,
que preguntaron todas
(reinas, mendigas, Julietas que no
tuvieron la delicadeza de morirse):
¿Cómo asumir esta diáspora sombría
de golondrinas rojas?
¿Cómo aceptar abril y sus
misterios,
su silencio de peces que
abandonan
el río absoluto de mis
piernas?
La última vez que me desnudé frente al
espejo
tenía cuarenta y seis años.
Me sentí un mar ausente,
la piel susurrada por caracoles lejanos.
Supe que me tocaba
armar mi rompecabezas sin la sangre.
Y sonreír, sonreír, sonreír.
Como si no hubiera perdido todavía
la esperanza de reencontrarme con la primavera.
Arte: "Amor", Christian Schloe
1º Premio Poesía en el "Concurso Literario 2014" del Círculo Médico de Quilmes, Quilmes, Bs. As. (2014)
Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones
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