TENER
DIECISIETE AÑOS
“Perdón
señores grises, perdón
por ser tan
pobres,
por vislumbrar
el campo
y ahogarnos
los puños entre sollozos escritos.”
Jorge De La
Cruz Agüero
Tener diecisiete años.
Tener diecisiete años y ser pobre.
Tener diecisiete años y ser tan pobre.
Tener diecisiete años y pedir perdón
por el filo del hambre,
por el gemido de las levaduras,
por la dulzura de un gato junto al agua,
por las persianas asustadas como peces
que corrigen, apenas,
el oficio del alba.
Tener diecisiete años y deshilacharse
como un viajero desbordado de viento
Ser un hilván de carne que se agota.
Una hebra de sangre barrida
por aquella mujer que no pide perdón
(ella no tiene diecisiete años,
ella no sabe lo que es querer escribir
poemas y no,
ella no tiene la cordura de los pájaros,
a veces tan clara,
a veces enturbiada por la primavera).
Tener diecisiete años.
Tener diecisiete años y ser pobre.
Tener diecisiete años y ser tan pobre.
Tener diecisiete años y no tener,
siquiera,
un pedazo de tierra donde emprender la
muerte.
Gastarse como la lluvia que recoge sus
faldas
cuando el sol la fulmina
con su caudal de fiebre.
Perderle el rastro al cuerpo.
Desaparecer.
Yo no entiendo tu fusil, hermano.
Pero lloro sobre sus balas húmedas.
Arte: Paolo Troilo
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