domingo, 30 de septiembre de 2012

PESADILLA


PESADILLA

"Al final, da un paso a la luz. Bajo el sombrero estropeado, es todo lo que me temía." - Brian Hodge



Ahora quiero preguntarte por qué.

Por qué la Muerte jamás viene sola.

Porque no se basta a sí misma.

No se remite a un sobrio colorín colorado.

No pretendo perdices, está claro.

Pero por lo menos un final decente.

Un final que desclave de sus goznes

la carne desprovista

y apure el mutis por el foro

de todos los actores de reparto.

Nosotros.



Ahora quiero preguntarte cómo se hace

para alcanzar la supuesta ignorancia de los muertos

si los vivos rebuznan manotazos,

si no rozan siquiera

lo que en verdad importa.

Y vos,

descifrado, explicado, traducido,

sos esto y sos aquello,

y, además, sos el botín de guerra.

A ver quién se queda con el mejor pedazo.

A ver a quién le cerraste la puerta en las narices.

A ver a quién dejaste entrar en el cubil del lobo.

Amar. Odiar.

Por qué no nos vamos todos al carajo.



Ahora quiero preguntarte por qué no estoy llorando.

Por qué le grito a la chica de la tele

“¡Estás dormida, idiota, despertate!”,

y ella sigue corriendo para el lado

donde ni vos ni yo ni correríamos nunca.



Cuántas veces vimos esta película de mierda.

No sé por qué sigo insistiendo.

Si la pesadilla es ésta.



Arte: Omar

Del libro "Hermano", El Mensú Ediciones, 2011

Poema publicado en el blog "Portadas y textos"



jueves, 27 de septiembre de 2012

POEMA DE NO HALLOWEEN



POEMA DE  NO HALLOWEEN

 A mis hermanos



“Morir de verdad,

estar realmente muerto,

debe ser sublime”,

dice el monstruo desde la pantalla

de un viejo televisor en blanco y negro.

La nena no sabe

qué significa la palabra “sublime”.

Ella piensa que estar muerto

debe ser como estar solo,

pero con los ojos cerrados.



Teme que el monstruo

se acerque,

mientras duerme,

para enseñarle cómo es estar muerto,

cómo es estar realmente muerto.

Ella duerme con un cuchillo

debajo de su almohada.

Va a partir al monstruo en dos,

si aparece

(la nena no confía en los crucifijos;

estuvo toda una noche pidiéndole a ese hombrecito flaco

que cuelga de una cruz

que su papá no se muriera, y nada;

el hombrecito miró para otro lado,

hizo como que no la escuchaba,

se entretuvo en hacer milagros baratos:

que llueva, que no llueva,

que gane Boca,

que falte la maestra).



Esa noche –la nena recuerda,

siempre recuerda-

que su hermanito se hizo pis en la cama

y su papá supo

-porque, seguro, tampoco lo sabía-

qué significaba la palabra “sublime”.



Cuando la nena empieza a sangrar,

el monstruo no parece tan malo.

Ella piensa, al conocer la trama

de la palabra ignorada

que, por ahí,

él tenía razón.



Después, pasan los años.

La nena crece (no crece)

y  sigue sangrando

(un poco porque quiere la naturaleza,

otro poco porque quiere el mundo).



La hermanita le pregunta llorando

cuándo le va a tocar ser feliz.

El hermanito fuma demasiado

y siempre tiene los ojos rojos.



El monstruo la mira

con sus pupilas inequívocas

cuando ella come en silencio

y repite para sí,

como una letanía,

la palabra “sublime”.



Y no es Halloween.




Arte: Danita 

1º Premio Concurso Internacional de Poesía El mundo lleva alas, Editorial Voces de Hoy, Miami, Florida, E.E.U.U. (2012)

Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones


miércoles, 26 de septiembre de 2012

HABÍA UNA VEZ


HABÍA UNA VEZ

"...te remuerden los días
te culpa la noche
te duele la vida tanto, tanto..."
 Alejandra Pizarnik



Había una vez un hombrecito

con una nota a pie de página:

"Todas las acuarelas son lavables,

hay que buscar los colores piel adentro.

Hay que cerrar la puerta de la lluvia.

Pero la noche no.

La noche no se toca."



Había una vez un hombrecito

con un manual de instrucciones:

"Agítese antes de usar.

Pero agítese mucho,

hasta gastar el aire.

Hasta que las palabras se conviertan

en pequeños zoológicos de humo.

donde encerrar a la fiera que está,

pero no se anima."



La cabeza decía que no, 

el corazón decía que sí. 



¿Qué hace una mujer en celo

con un hombrecito descotado y blanco

como un hueso de luna?

¿Cómo explicarle a su espalda la anarquía,

el goce desbocado de los cristales rotos?



Había una vez un hombrecito.

La noche no,

la carne no, 

la palabra puede ser.

Pero hasta dónde.



¿Qué hace un hombrecito descotado y blanco

con una mujer que viaja en tren

y no saca boleto?

¿Cómo resuelve los alientos que se tocan,

tan extraños, tan insubordinados?



Janis Joplin y Mozart abriendo la cama.

Para qué.

Para cuándo.



Los colores se presagian en los otros.

Por eso yo lo pinté de gris.



El deseo tendió la mesa

y nadie se comió las perdices.



Del poemario "Todos los hombres que me amaron", Ediciones Literarte, 2012


martes, 25 de septiembre de 2012

CHAU, ALEJANDRA



CHAU, ALEJANDRA

“explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome”
Alejandra Pizarnik


Chau, Alejandra, chau.

Pájaro de ceniza,

pájaro acariciado por  la ausencia,

pájaro que se vuelve jaula

que se vuelve pájaro,

que se vuelve  excusa para seguir muriendo.



Chau, Alejandra, chau.

La fea de la escuela,

la judía, la rusa,  la rara.

La que adornaba su desnudez con palabras.

La que sabía que el mejor poema

era una estrella en la cresta de su sexo,

una prórroga de viento debajo de aquel vestido azul.



Chau, Alejandra, chau.

No te olvides tus máscaras, tus huesos ablandados por las lágrimas,

ese alfabeto de arena que hilvana

el desierto que te escuece la garganta.

No te olvides los gestos inconclusos,

el gato que nunca tuviste,

esa canción de Janis

(ahora, las dos niñas monstruo se están dando la mano,

las dos niñas muertas,

una canta y la otra llora en silencio;

una agita el corazón como si agitara un pañuelo póstumo

y las dos dicen chau, chau, nos vamos,

no somos de este mundo).



Chau, Alejandra, chau.

Chau Flora, chau Buma.

Chau hacedora de todos los jardines.

Chau paridora de animales pequeños,

calientes, eternos,

alimentados con tus jugos secretos,

con tu sangre, tu savia,

con tu saliva somnolienta detenida

en la médula rabiosa del último día.



Chau, Alejandra, chau.

Afuera hay sol porque es primavera.

Adentro hay carencias pudriéndote la boca.

Te vas con todas los barcos naufragados en el cuerpo.

Con todos los muros clavados en el pensamiento.

Vomitando o gritando o gimiendo.

O riéndote de los funerales que te esperan.

Los que lloraste antes de decir chau.

Los que te arropan con sus flores rotas, sus nidos de tierra antigua,

sus gusanos traslúcidos, sus hormigas.



Chau, Alejandra, chau.

Buen viaje. Mal viaje



¿Importa?





Poema publicado en el blog "por qué tiemblan"

Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones

domingo, 23 de septiembre de 2012

PEQUEÑOS ROMANCES, GRANDES AMORES



PEQUEÑOS ROMANCES, GRANDES AMORES



Estábamos hablando

de los pequeños romances.

De los grandes amores.



Yo te decía:

ese hombre me voló la cabeza con un grito.

Me ató de pies y manos.

No me dejó pensar

lejos del cuerpo.



Yo te decía:

ese hombre fue una navaja de caliente.

Imposible

no responder a su olor.

No tropezar con su espalda.



Estábamos hablando

de los pequeños romances.

De los grandes amores.



Yo te decía:

ese hombre se parecía al ruido de la lluvia.

Hace años que tengo

una pala para enterrarlo.
Pero todavía no puedo caminar

delante de su sombra.



Sí, tengo una casa, un marido, un hijo, un perro.

Pero estábamos hablando de otra cosa.



Estábamos hablando

de los pequeños romances.

De los grandes amores.


Arte: “La Dormeuse”,  Tamara DeLempicka


Del poemario "Todos los hombres que me amaron", Ediciones Literarte, 2012  


sábado, 22 de septiembre de 2012

JUGUETE ROTO


JUGUETE ROTO

A Amy Winehouse


“a cantar dulce y a morirse luego” – Alejandra Pizarnik



Ella canta.

Desnuda.

Desvestida de toda prevención

(sentada en el filo).

Canta

(ceñida a la intemperie).

Canta y da tumbos.

Llora

-seguro que llora-

cuando cuenta los agujeros

que hacen la carencia.



Entonces es la hora del error.

La hora que viene

cuando los que rezan y agradecen

se cansan de jugar

con un juguete roto.



El tramo final de su voz

abrevia

la poca piedad que le queda al día.




Arte: Amy Winehouse,  Terry Richardson

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño", Ediciones de la Iguana, 2011

 

viernes, 21 de septiembre de 2012

RECOMENZAR


RECOMENZAR



Despojémonos de todo:

de colores de piel, de idiomas, de banderas.

De miradas mezquinas.

De absurdas geografías que distancian y hieren.

Caminemos descalzos por el alma del otro.

Cultivemos sus flores. Derramemos sus lágrimas.

Muramos de su hambre. Riamos con su boca.

Unamos con palabras de perdón y de gracia

lo que el odio desune.

Anulemos los límites que nos impone el miedo.

En los surcos del daño sembremos la esperanza.

Y con los ojos nuevos,

con las manos saneadas,

con un corazón ancho, perentorio, distinto,

volvamos a empezar llamando a cada hombre

“mi reflejo, mi hermano”.



Arte: "Peace Within Me", Alexandra Nechita

Mención Concurso Poético Internacional “Palabras de encuentro y conciencia universal”, Federación para la Paz Universal (UPF) y Fundación Educativa Internacional (FEI), Ciudad de Buenos Aires (2012)
 


jueves, 20 de septiembre de 2012

TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON


TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON
 
 
 
Todos los hombres que me amaron
 
tenían miradas infinitamente claras
 
y exactas como espejos,
 
y en esas miradas yo me advertía siempre
 
como la niñita de tiza rosada
 
delineada en un viejo muro
 
tiritando
 
ante el perentorio holocausto de la lluvia.
 
 
 
Tenían todos ellos
 
dedos ágiles como golondrinas,
 
siempre era verano debajo de mi falda,
 
siempre era otoño en mi corazón aturdido
 
por tantas migraciones.
 
 
 
Yo quería ser una diosa obscena
 
con ojos eruditos encastrados
 
en mis pezones febriles
 
y un oráculo brutal entre las piernas
 
(ocho brazos para atraparte
 
ocho días a la semana)

y era siempre una muñequita de trapo
 
descuartizada por el olvido,
 
una muñequita llorona que pedía, pedía y pedía,
 
un poco más,
 
siempre un poco más,
 
hasta agotar todas las violencias
 
y todas las constelaciones.
 
 
 
Todos los hombres que me amaron
 
me regalaron zapatillas rojas de punta
 
ignorando
 
que soy una pésima bailarina
 
y me obligaron a danzar sin poder detenerme,
 
hasta que se cansaron de verme dar torpes volteretas
 
y me cortaron los pies
 
(por mi bien, claro, siempre por mi bien;
 
“nena, a ver si te quedás quieta de una buena vez
 
que nos estás volviendo locos”)
 
 
 
A todos ellos les cerré
 
la puerta de mi cuerpo en las narices
 
y hasta clavé algunos alfileres en sus fotografías,
 
porque también quise ser una bruja haitiana
 
con la piel negra como la brea
 
y los pechos enormes,

pero siempre fui la maestrita espantosamente dulce
 
que jamás aprendió a leer el Tarot. 



Todos los hombres que me amaron
 
me amaron más que a las otras mujeres
 
que se cruzaron en sus caminos
 
y suspiraron de alivio cuando dejaron de amarme. 
 
 
 
Ninguno de ellos supo a ciencia cierta
 
si lo quise demasiado
 
o demasiado poco.
 
Ninguno de ellos sabe a ciencia cierta
 
cuántos de sus sueños, sus fobias y sus gestos
 
alimentaron esta manía de escribirme la vida
 
y se quedaron atrapados para siempre
 
en el blanco sopor de mis papeles
 
como mariposas detenidas en la espera
 
de algún octubre promisorio.





Del poemario "Todos los hombres que me amaron", Ediciones Literarte, 2012  



miércoles, 19 de septiembre de 2012

SOMALÍA



"SOMALÍA"

“Hay otra diosa de tinieblas y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.”
Jorge Luis Borges



I

Arterias  negras

-cordones de moscas

igualados

con el trajín de la noche-.

Párpados flacos,

ojos de sola geometría.

Una mortaja alerta

sabiendo

el friso del mendrugo.

El hambre es el primer gesto aprendido.

Las bocas nacen huérfanas.



II

La cuna tiembla

(la cuna  agita los guiñapos

de un sueño de arena).

La redondez del sol

marca pertenencia en el vacío.

Piel que se adhiere al hueso.

Hueso que sucede.



III

Paridos al dolor.

Malparidos a la muerte.

El ayuno los drena

con su contacto eléctrico.

Sin vino,

sin sagrario,

sin agua bendita,

se rompen

a merced de la semilla ajena.



IV

Estómagos que saltan al vacío.

Miradas largas

(animales lacios que reptan).

Ocurren

enumerando migas en voz baja.

Golpeando con un nudo de costillas

la espalda del desierto.

Pequeños dones de luz aminorada

colgados de los pechos

de mujeres resecas.



V

Los cuerpos se abrevian,

se atenúan, se borran.

El grito queda demasiado lejos.

El grito cesa

en las tripas exprimidas de la infancia.

Dios ha cedido sus derechos de autor.

El hambre hace y deshace.



Arte: “Mutter und Kind im Krankenhaus, Somalia”, Ulrich Lamsfuss 


1º Premio Poesía XXIII Concurso Nacional de Cuento, Poesía y Ensayo “Gabriela Mistral” 2011, SADE Lanús, Lanús, Bs. As. (2011)

3º Premio Juegos Florales Nacionales 2011 “Amalia Aguilar Vidart”, SADE Filial Entrerriana del Río Uruguay, Entre Ríos (2011)