EL DOLOR NECESARIO
"¿Cómo diablos se supone que vamos a saber si estamos en el amor o estamos en el dolor?" - Marilyn Manson
Mis muertos son inmensos.
Crecen.
Punzando cada vez más lejos, sí.
Pero ensanchando sus cauces.
Conservo sus bordes,
su autoridad indiscutida sobre la que fui.
La que no vivía de memoria.
Sístole y diástole,
tubos idénticos transitando el aire,
hambre de nada.
Intentos.
Mis muertos son médanos erráticos
que me buscan el cuerpo.
Siempre tres pasos atrás en el corazón,
donde están los juguetes rotos.
Repetidos en mi lengua.
Sabedores de signos. De huellas sonoras.
Trepados en mis piernas
para obligarme
a su dominio hermético,
al maderamen inútil del viaje final.
Una alucinación de gaviotas
destrozándose contra en el polvo.
¿Cómo saber el mar con el dolor hincado en la tierra?
Mis muertos son inmensos.
Crecen.
Las uñas, el pelo.
El capricho de ser mudos y llamarse
en primera persona.
Alguna vez la lluvia fue lluvia
y no este chorro sucio de memoria.
Cuando hablaba con mis muertos
(respirando)
y ellos comprendían
la paciencia inacabable de atestiguar lo vivo.
Ahora hay rostros enormes,
lejos, cerca, lejos, cerca.
Un luctuoso baile veneciano.
Máscaras que siguieron
por no articular la palabra a tiempo.
Mis muertos son míos.
Que nadie tironee de sus pobres hechuras.
No voy a soltarlos.
Nunca.
"¿Cómo diablos se supone que vamos a saber si estamos en el amor o estamos en el dolor?" - Marilyn Manson
Mis muertos son inmensos.
Crecen.
Punzando cada vez más lejos, sí.
Pero ensanchando sus cauces.
Conservo sus bordes,
su autoridad indiscutida sobre la que fui.
La que no vivía de memoria.
Sístole y diástole,
tubos idénticos transitando el aire,
hambre de nada.
Intentos.
Mis muertos son médanos erráticos
que me buscan el cuerpo.
Siempre tres pasos atrás en el corazón,
donde están los juguetes rotos.
Repetidos en mi lengua.
Sabedores de signos. De huellas sonoras.
Trepados en mis piernas
para obligarme
a su dominio hermético,
al maderamen inútil del viaje final.
Una alucinación de gaviotas
destrozándose contra en el polvo.
¿Cómo saber el mar con el dolor hincado en la tierra?
Mis muertos son inmensos.
Crecen.
Las uñas, el pelo.
El capricho de ser mudos y llamarse
en primera persona.
Alguna vez la lluvia fue lluvia
y no este chorro sucio de memoria.
Cuando hablaba con mis muertos
(respirando)
y ellos comprendían
la paciencia inacabable de atestiguar lo vivo.
Ahora hay rostros enormes,
lejos, cerca, lejos, cerca.
Un luctuoso baile veneciano.
Máscaras que siguieron
por no articular la palabra a tiempo.
Mis muertos son míos.
Que nadie tironee de sus pobres hechuras.
No voy a soltarlos.
Nunca.
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