DOLOROSAMENTE OTOÑO
La antigua enfermedad que llamo otoño
regresa cada año.
No puedo detenerla.
Es una bestia púrpura que llega
y se instala en el fuego,
en las cadenas cuyos eslabones
he forjado en silencio
(anémicos domingos que gotean
su herida de rutina,
jaulas que asilan la feroz penumbra
de mis pájaros muertos
y esta jarra de vino que ahora está vacía
y este hundirme en el pleno desencanto).
Las voces siempre hablan de mis muertos.
Los muros siempre arrastran mis tormentas.
Y esa boca se muerde los latidos
de un amor siempre exiguo.
¿Acaso la mujer en la ventana
sabe del frío, de mi pequeña vida,
de mi pequeña historia de amapolas
y de verdes histéricos?
¿Acaso el hombre del apetito eterno
comprende lo que digo?
Las palabras se pudren cuando mayo
esparce su amnesia descarnada
desbrozando mis versos.
La antigua enfermedad que llamo otoño
regresa cada año.
El arte de vivir me sabe a poco.
El arte de morir me hilvana el grito.
Arte: "Sleeping Beauty", Michele Lynch
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