CAPERUCITA
ROJA, CON LOBO Y SIN ABUELA
Salto desde mi capa roja
a la desnudez más perfecta.
El cuerpo avanza
abriéndose paso entre la
humedad anticipada
de la lengua que sabrá
lamerme mejor.
Un lentísimo olor verde
-el brutal olor de las
ramas que se quiebran
bajo el peso de una espalda
inadvertida
atenazada por el espasmo en
ciernes-
dilata las fosas nasales
de la bestia que expectante.
En esta canastita llevo un
sexo dulce
que comienza
donde esa bestia quiera:
en mi cintura nupcial encasquetada
en el color del bosque,
en mis ojos de presa
predadora,
en los íntimos reclamos de
los pequeños dedos
de estos pies que no cesan.
Un sexo interminable que agucé
con turbulentos pájaros azules;
un sexo goloso que me
invento
para comerlo mejor.
(Desechemos esta vez a la
abuelita:
la abuelita es una excusa,
un subterfugio más que
prescindible).
Salto desde mi capa roja
a la desnudez más perfecta.
Y me dejo puesta esta carne
que canta,
mientras avanzo
hacia encuentro del hombre
que me espera.
El hombre que aúlla
y no sabrá que es lobo
si no llego.
Arte: Natalie Shau