jueves, 13 de noviembre de 2025

NEVERLAND

 NEVERLAND



Había una vez un lugar.

Una tierra que vestía medias sin elásticos,

lápices sin punta,

tazas de leche denostadas

en nombre del buen gusto

(la leche volcada impunemente

delante de los ojos miopes de la abuela).



Allí, húmeda como un lirio

que se agita en el río,

deletreaba la magia su canto de sirena

Había colas verdes,

simples como un anillo,

y melenas rubias, infinitamente vulgares,

como las de las enamoradas de todos los poemas

-los malos poemas-.

También la noche tenía

una melena larga y desordenada,

y cantaba,

con un presunto sol arrinconando

sus párpados rotundos.



Había salvajes bucaneros,

y era bello abrazarse a sus aros redondos,

sus loros malintencionados

y sus pañuelos cruzados de lunares,

mientras caían las hojas

en otros países donde, irremediablemente,

se instalaba el otoño.

Los piratas tenían buen olor:

olor a ron, a tabaco, a maldad de mentira

-en el fondo eran buenos,

en el fondo

se parecían al abuelo que llegaba

con los bolsillos llenos de caramelos-.



Había indios, también,  y otros niñitos

que renegaban de los almanaques.

Yo no quería rouge

ni zapatos de tacos altos,

y no quería sopa.

Y no quería muertes acopiadas

sobre una memoria que estaba de estreno.

Yo quería volar

el cielo de los cerezos.



Visité ese lugar miles de veces:

mis papeles estaban en orden

y nadie podía negarme la entrada.

Y el niño,

el más niño de todos,

se hamacaba en mi risa huérfana de  dientes.



Pero un mal día, no me dejaron entrar.

Mi cuerpo fue tomando

el rumbo del polen y las redes,

y desordenó mis papeles.

Mi cuerpo me traicionó,

y esa fue la primera

de sus muchas traiciones.



Había una vez un lugar.

Y había una vez un cocodrilo,

con un reloj verdugo

escondido en el vientre,

que casi siempre me pisaba los talones.

Y un día me alcanzó,

sin que yo me diera cuenta,

y me obligó a calzarme unos zapatos incómodos

a sacarle punta a mis lápices,

y a usar unas medias que me avergüenzan,

la mayoría de las veces,

aunque no tengan agujeros.







Arte: "Peter Pan & Wendy Flying", Mary Evans

Del poemario "Once Upon A Time"  (2014)

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