CHICAS CORRECTAS
a Adriana
Nosotras,
las que sí crecimos con Videla;
cosiéndole y descosiéndole la boca a las muñecas
a la hora en que la abuela dormía la siesta;
las que fuimos mujeres maravilla, mujeres biónicas,
mujeres desnudas debajo de guardapolvos tableados,
mujeres húmedas, mujeres aburridas;
las que aprendimos a no pisar el césped,
a poner la basura en su lugar,
a cederle el asiento a las embarazadas y los ancianos,
a descender por la puerta trasera;
las que levantamos la mano cuando queríamos hablar,
cuando queríamos hacer pis,
cuando queríamos llorar a los gritos;
las que cosimos, bordamos,
abrimos algunas puertas y nos tragamos las llaves de otras;
las que acunamos bebés de Yoli Bell,
bebés de ilusión, bebés de verdad;
las que nunca tuvimos sexo con dos hombres a la vez,
o con tres o con cuatro;
las que jamás nos teñimos el pelo de rosa
ni cultivamos una plantita de cannabis en la terraza
queremos saber
en qué nos equivocamos.
en Pretty in pink / Acercándonos, Bs. As, 2016
..................
Toda subjetividad es opinable, puede ser objetable y aun enojosa. Pero somos sujetos y todos, en todos los ámbitos, estamos atravesados por la subjetividad, construimos patrones valorativos y escalas de preferencias.
No siempre los publicamos, aun cuando en esta época casi todo se exhibe. En materias como la política o el fútbol las subjetividades devienen muchas veces en fanatismo; y todo fanatismo es generador de conflictos, además de ser absurdo. En otras materias, las subjetividades generan reacciones más sordas, rechazos más velados, hipocresía o distanciamiento.
El de la poesía -el del arte en general, acaso- es un dominio particularmente sensible para procesar las subjetividades. El poeta, el artista son de común egocéntricos. Y cuando ese poeta o ese artista no están del todo convencidos en la búsqueda que llevan adelante y en los resultados de esa búsqueda, suelen volverse susceptibles. El que está convencido se manifiesta con humildad y persiste en lo suyo refractario a las críticas insidiosas; el que no lo está vive pendiente de la opinión del otro, no suele ser necesariamente humilde, puede reaccionar con ferocidad ante un comentario adverso o aun ante la indiferencia y puede ser tacaño para reconocer virtudes en los demás, aun cuando las virtudes exploten como en el poema que reproduzco.
Lo que diré en adelante corre exclusivamente por mi cuenta, es una pura y absoluta subjetividad -bien que nacida de la más objetiva de las lecturas- y creo tener argumentos suficientes para sostenerla.
Hoy cumple años Raquel Graciela Fernández; a mi entender, la mejor de las poetas argentinas vivas.
Y apoyo mi opinión en las siguientes cualidades:
-Se para en las antípodas de cualquier barroquismo.
-No sigue ninguna línea, no adscribe a ninguna escuela, cultiva un estilo natural y propio.
-Suena auténtica.
-Habla claro.
-Emociona como muy pocos elegidos saben hacerlo (busquen y lean en Facebook "La viejita de la otra cuadra") sin caer nunca en el golpe bajo, en el sentimentalismo.
-Su lenguaje fluye, armónico y limpio, sin que se perciba esfuerzo técnico para lograrlo y sin la menor estridencia.
-Huye de la metáfora fácil e innecesaria, de la palabra falsamente poética, de cualquier perturbación preciosista.
-Habla exclusivamente de lo que sabe.
-No persigue ningún reconocimiento, simplemente lo consigue.
Desde siempre son muchas las estéticas, muchas las movidas, muchas las tendencias, muchas las escuelas; todas, con sus fundamentos y sus razones que no viene al caso discutir. A mi entender, se trata de charlatanería.
La poesía de Raquel Graciela Fernández se parece únicamente a Raquel Graciela Fernández. Y no concibo mérito mayor si en ese parecerse a sí misma nos conmueve en lo más intimo y nos lleva al más alto goce estético.
Claudio Portiglia

No hay comentarios.:
Publicar un comentario