PEG, LA CHICA DEL CARTEL
Ser joven, rubia y hermosa
no alcanza para pagar las cuentas.
Ser delicada, etérea,
tener los pechos de vidrio y las caderas pequeñas,
la boca a punto de estallar
como un diminuto huracán de azúcar,
los ojos largos y azules
no alcanza para que la vida valga más
que una moneda de angustia.
Peg había caminado todo el verano,
de audición en audición,
buscando un papel que la redimiera.
Se había desnudado para sobrevivir,
exhibiendo con pudor las costillas del hambre,
cinco minutos antes de comprender
que ser joven, rubia y hermosa no alcanza.
Una señora que paseaba a un caniche histérico
por las colinas de Hollywood
encontró un zapato viudo
y un bolso triste como un nido vacío
al pie del cartel que domina
la fabulosa ciudad del cine.
Peg Entwistle lo había usado como trampolín definitivo.
Horas después de su mutis por el foro,
la Beverly Hills Playhouse despachó una carta a su nombre
ofreciéndole su primer papel protagónico:
el de una suicida.
De "Enaguas de encaje rotas", Editorial Ruinas Circulares (2019)
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