domingo, 26 de junio de 2022

LAS BOCAS


 LAS BOCAS  



Algunas fotos del casamiento de mis padres quedan.

Se vienen salvando

de los ataques de nervios almodoravarianos de mamá

y sus ínfulas destructivas.

Algunas fotos quedan.

Él, tan buen mozo,

con el pelo corto y crespo peinado para atrás.

Ella, bellísima,

con una cara digna de la tapa de la Radiolandia

y una boca que se perdió en el camino.

Porque esa no es la boca de mi mamá:

esa boca que vibra

porque adivina el beso,

no es la boca refunfuñante de una anciana

que quiere romper fotos

porque se va a morir.

Como si las fotos rotas

hicieran más dulce el trance inevitable.

Como si romperlas fuera soltar para siempre

la historia de la chica bonita que trabajaba en la tienda

y el morocho entrador que manejaba un colectivo,

la historia de su primera mirada,

de la primera vez que se juraron el cuerpo

(antes de estas fotos de casamiento, pienso,

y sonrío,

bravo papá, bravo mamá,

había poco tiempo,

para qué esperar).

 

De esa historia quedaron tantas cosas.

Pero se perdieron las bocas.

La de mi padre

en un estertor de raíces prematuras,

allá por los ’70.

La de mi madre

en la viudez  que hizo trastabillar sus labios,

antes de que un puñado de tierra amarga

arrojado sobre el beso imposible

la escondiera para siempre.


Arte: Roselin Estephanía

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