EN MEDIO DE UNA CHARLA TRIVIAL
Después de tanto tiempo otra vez estás acá.
Apareciste
en medio de una charla trivial.
-Vos vivías cerca de la casa del Gallego.
-Sí, yo estaba enamorada de él cuando tenía dieciséis años...
-Ya hace treinta que murió.
-¿Tanto?
Yo estaba enamorada, sí,
aunque no te conocía.
No sabía
nada más que tu cara de rosa de los vientos,
tu cara brújula para navegar mi insomnio.
Era un cachorrito ciego con hambre de piel
y vos te escurrías entre las tablas
de mi guardapolvo blanco,
un gemido sin nombre,
un caramelo de fuego
degustado a espaldas de mamá y sus sermones.
Me tocaba para tocarte.
Me inventé un cuerpo
para adivinar el tuyo.
No te conocía pero amaba en vos
todo lo que estaba por venir:
la bandera del beso plantada en mis palabras
para hacer el poema del silencio,
los piernas gravitando como planetas dulces
en torno a una espalda y su dominio,
la saliva, el sudor,
los carnavales respirados a dúo.
Amaba en vos también lo que no fue.
La mano de la vida
bajándole un bretel a la alegría.
Y ese hombro desnudo.
Después de tanto tiempo otra vez estás acá.
Apareciste
en medio de una charla trivial.
No hubiéramos llegado a nada:
renegabas de las chicas complicadas.
Pero qué bello eras.
Y qué bella era yo.
Qué bella.
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