martes, 17 de mayo de 2022

UN VIEJITO


  UN VIEJITO

 

Te tomo del brazo

y tu fragilidad me golpea

como un relámpago de papel de arroz.

Apenas un suspiro de piel

envuelve tus huesos,

como si fueras un regalo que la muerte

está esperando desde hace mucho tiempo,

un regalo que escondemos

en los lugares más insólitos de la casa,

cruzando los dedos para que no te encuentre,

siempre cruzando los dedos.

Te tomo del brazo

y ochenta años de idas y venidas,

de sueños que fueron y no,

parecen deshacerse al tacto.

Mirá cómo estoy”, me decís,

y caminás despacito,

encorvado sobre el jardín

que  cuidás a duras penas,

el trípode fracasando en el reemplazo

de la antigua soltura de tus pasos.

 

Pero con vos me pasa

lo mismo que me pasa cuando me miro al espejo:

nunca veo a una mujer de más de cincuenta

con los rasgos deformados por el cansancio.

Siempre me sonríe desde el cristal

la chica de veinte que se comía al mundo,

y es un alivio que me sonría

y no me reproche nada.

A vos te veo, te pienso, te sueño,

con el pelo oscuro, la espalda recta,

los graciosos bigotes de los 70’s

y esa camisa rayada de distintos tonos de verde

que saltó del placard a la cocina

y fue repasador tantos años.

Comprando regalos de Reyes,

útiles escolares, zapatillas Topper,

discos de vinilo.

Ocupando, como pudiste,

el lugar del padre ausente.

 

Te tomo del brazo

y tu fragilidad me golpea

como un relámpago de papel de arroz.

No estamos en los 70’s.

Sos un viejito, tío.

El Winco se rompió hace años.

Entonces cruzo los dedos

y me esfuerzo por esconderte

en el lugar más insólito de la casa.

El lugar del milagro.

Ese donde ella

no pueda encontrarte nunca.

 

 

 Arte: Jesús Fernández Escobar 


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