Las rubias de pechos grandes pierden la cabeza fácil.
lunes, 31 de enero de 2022
LA CABEZA DE JAYNE MANSFIELD
Las rubias de pechos grandes pierden la cabeza fácil.
sábado, 29 de enero de 2022
¿QUÉ HARÍA SI MAÑANA SE ACABARA EL MUNDO?
¿Qué haría si mañana
se acabara el mundo?
Le diría a mi hijo que lo quiero
más que a nada, que a nadie,
y que estoy orgullosa de su sensibilidad,
de sus largos dedos de músico.
Iría a ver a mi mamá y la abrazaría,
sin que se me estrujara el alma
al notar que se humedecen sus ojos viejos
sobre la aséptica barricada del barbijo,
sin que dos metros de miedo
me impidan hundir la nariz en su olor a jabón blanco.
Iría a ver a mi sobrinito
que tiene un año y me desconoce.
A mi tío, a mis hermanos,
a dos o tres amigas con las que no comparto sangre
pero son familia.
Releería el cuento "El lago", de Ray Bradbury.
Escucharía Rubber Soul
y cuando sonara el solo de piano de George Martin
en "In my life"
el corazón repetiría una vez más
el prodigio de convertirse en gaviota y graznar
mientras vuela en círculos
sobre los grises muelles de Liverpool.
El único milagro que reconozco.
Pero, después de eso,
¿tendría ganas de bailar?
¿Tendría ganas de hacer el amor?
¿Tendría ganas de tomar un buen champagne
(¡por fin un buen champagne!)
y reírme a pura burbuja?
¿O me sentaría en la cocina a fumar
y mirar con insistencia un punto fijo,
como ahora?
Arte: Vidalita
jueves, 27 de enero de 2022
CREMA DEL CIELO
Siempre me pregunto
y pregunto
de qué está hecha la crema del cielo.
“Es crema de vainilla con colorante celeste”,
me responden invariablemente los interrogados,
poniendo cara de tan grande y tan pavota.
Por supuesto,
semejante respuesta no me satisface.
Me gustan los misterios
y paso de las resoluciones obvias,
por lógicas que parezcan.
La crema del cielo tiene que estar hecha de otra cosa.
Algo maravilloso que justifique
un nombre tan prometedor.
Un ingrediente secreto,
una pizca de nube,
una gota de Dios,
no sé cuántos gramos de las veredas pisadas en la infancia
después de que lloviera al este y al oeste
y el brujo viento quedara retratado en las baldosas
con un puñado de flores de jacarandá.
“Es crema de vainilla con colorante celeste”,
me repiten mis parientes y amigos,
que suponen que mi cabeza es una casa tomada
por esa loca llamada Fantasía
y que no tengo remedio,
aunque insistan en llenarme los bolsillos de recetas
y la mesita de luz
de cajitas con pastillas de todos los colores.
No.
De todos los colores no.
Celeste no hay ninguna.
¿De qué está hecha la crema del cielo?
Yo, por las dudas, no la probé nunca.
A ver si todavía mis parientes y amigos tienen razón.
Odio dar el brazo a torcer.
Odio la crema de vainilla.