EL LIBRO DE GUILLERMO
El poema se gesta en el silencio y en el silencio crece, hasta alcanzar la madurez que lo consagre a la sonoridad de la palabra. Entonces, se despliega como un mapa milagroso en el que cada lector puede descubrir la ruta de sus llagas, el bosque familiar donde los árboles entrelazan sus copas y dan a luz historias íntimas y universales, pájaros que migran desde la experiencia del poeta hasta la memoria emotiva del que aborda sus misterios y los hace propios. Esa es, sin dudas, la magia de la poesía. Magia que, en “El libro de Guillermo”, de Daniel Ruiz Rubini, surge como una pequeña hoguera y va in crescendo hasta convertirse en un incendio donde cada poema es el combustible exacto para alimentar el fuego sagrado que habla cuando habla el poeta.
“Las palabras no bastan para sobornar a Dios”, nos dice el Daniel. Pero sí bastan, en este caso en particular, para convencernos de que la poesía, esa criatura tantas veces inasible, está viva en la voz del autor, en su canto, en su manera exquisita de tejer un tapiz donde la luz y la sombra (la vida y la muerte) son las dos caras de una misma y conmovedora moneda.
Raquel G. Fernández
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