domingo, 7 de marzo de 2021

DE LO QUE HABLO


DE LO QUE HABLO

 

 

Es cierto: hablo mucho de la muerte.

 

Quizás porque la muerte

 

resignificó el cielo

 

de la rayuela de la infancia

 

y me pasé la vida

 

queriendo llegar con una piedrita

 

al ruedo de mi padre.

 

Que estaba ahí,

 

en ese lugar improbable

 

que a veces confundía con el mar

 

y me salpicaba con su misterio

 

cada vez que arrojaba mis ojos

 

a su monólogo celeste

 

Me salpicaba con su silencio.

 

 

 

Hablo mucho de la muerte.

 

La digo,

 

la desdigo,

 

la llevo colgada del cuello

 

como un camafeo antiguo

 

que me repele y me convoca.

 

Un camafeo donde se van superponiendo fotos:

 

la de papá,

 

la del noviecito que me compraba fresias

 

el día de la primavera,

 

la de la dulce chica con la que compartía pupitre

 

a los diez años,

 

la de mi hermano.

 

Fotos que son piezas

 

del gran rompecabezas de la ausencia.

 

Fotos que me dicen que la muerte es,

 

está,

 

camina conmigo.

 

 

 

Es cierto: hablo mucho de la muerte

 

y muy poco de Dios.

 

Quizás porque la muerte se erige en mí

 

como una presencia real,

 

como la respuesta

 

que nunca quiero escuchar

 

pero resuena en mis oídos cada tanto,

 

tan fatal, tan palpable.

 

Y Dios es, apenas,

 

un interrogante.

 


Arte: JDouglas

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