lunes, 29 de junio de 2020

LA CULPA



LA CULPA

Cuando él se mató
yo pensé que ella había tenido la culpa.
Lo pensé porque era muy joven
y en mi universo,
ramplón y bidimensional,
sólo había blancos y negros,
ninguna grieta por donde se filtraran los grises,
las dudas.
Lo pensé porque nunca había estado casada
y no me había preguntado jamás por qué una mujer tiene un amante
(o diez, o cien),
por qué un hombre sueña con otra.

Cuando él se mató
el barrio levantó el dedo acusador
y las piedras de la indignación llovieron sobre la melena rubia de la viuda:
“Tendría que haberla matado a ella primero”
protestaron los futuros cultores del ni una menos.
Yo no llegué a tanto.
Pero di por sentado que ella había tenido la culpa.

La culpa.
La culpa de que él estuviera muerto
(colgado de una viga,
azul, como el auto en el que yo los veía pasar,
tan hermosos, tan perfectos)
La culpa de que en mi universo bidimensional y confitado
la telenovela de las 5 empezara a hacer agua:
no fueron felices ni comieron perdices,
la vida es otra cosa;
preparate
porque la vida es otra cosa).

Pienso en él seguido.
Recuerdo su risa y esos desayunos
en los que yo le contaba lo mal que me había ido la noche anterior
y él me decía que los hombres estaban locos.
A ella no la vi más.
Me gustaría verla.
Me gustaría decirle que no tuvo la culpa.
Y, quizás, pedirle perdón.

Qué sabía yo.
Qué sabíamos nosotros.


Arte: "La maldita culpa no la tiene nadie", Isis de Lázaro    

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