jueves, 18 de junio de 2020

ESA MAÑANA EN UN ANDÉN DE RETIRO



ESA MAÑANA EN UN ANDÉN DE RETIRO

A Jorge Rivelli

Esa mañana yo fumaba, nerviosa,
y arrastraba mi bolsito de acá para allá,
un perro azul en el andén
ladrando en voz baja.
Tenía miedo de viajar sola
(y arrastraba de acá para allá mis ataques de pánico,
mis terrores gratuitos:
seguro que pierdo el micro,
seguro que me agarra la locura cuando no pueda abrir las ventanillas,
seguro que me bajo en el lugar equivocado
o sigo de largo y voy a parar quién sabe dónde).
Cuando te vi te, te reconocí enseguida.
De pies a cabeza, poeta.
De pies a cabeza, tus versos.

Me acerqué y me presenté con torpeza.
“Yo también soy poeta”, te dije con un poco de miedo,
acostumbrada a la mirada condescendiente,
a que me dejaran cien veces con el saludo en la boca.
Me abrazaste, me convidaste un cigarrillo
(Particulares, los mismos que fumaba papá),
te sentaste conmigo en el micro
y me hablaste durante tres horas de poesía,
de amigos y amores,
de borracheras, de Dante,
de lo que yo no hice a los 20
porque estaba ocupada jugando a las muñecas.
La vida en tres horas,
el mundo en tres horas,
vos en tres horas.
Te quise enseguida.

Sí, los demonios existen.
Los domingos también.
Pero para vos y para mí
(para el recuerdo)
nunca más va a ser domingo.
Para vos y para mí siempre va a ser esa mañana
en un andén de Retiro.
“Yo también soy poeta, ¿sabés?
Vamos al mismo lugar
(el fracaso o la muerte).
Sentate al lado mío.
Contame.”

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