miércoles, 27 de marzo de 2019

LAS ZAPATILLAS ROJAS


LAS ZAPATILLAS ROJAS

"Estoy en el centro
de una ciudad muerta
y me anudo las zapatillas rojas...
No son mías.
Son de mi madre.
Y de su madre.”
Anne Sexton, "Las zapatillas rojas"


 Ahora, vas a ser buenita.
Ahora te vas a poner estas zapatillas rojas
y vas a bailar al ritmo que te marquen los otros.
No,
las zapatillas que te hiciste vos no sirven:
no son lo suficientemente lindas
ni lo suficientemente elegantes.
Las costuras se ven  desprolijas
-nunca aprendiste ni a coser ni a bordar:
no  te encapriches en usar esas zapatillas hechas a mano;
no te encapriches en cantarle las cuarenta a mamá,
y a la abuela, y a la bis, y a la tátara,
y a todas las mujeres que te hicieron la sangre-.
  

Ahora vas a ser buenita.
Ahora vas a dejar a un lado tus poemas
y tus sueños de poner el mundo patas para arriba
y te vas a ocupar de sonreír
y de limpiar las telarañas del techo
-no importa que se acumulen telarañas en el alma:
las telarañas del alma no se ven;
si no se ven, no existen;
si no existen, no pueden joder a nadie;
ni siquiera a vos, chiquita-.
  

Hacé un esfuerzo por encajar
en este pueblo de calles desiertas
y señoras que querían ser cantantes de ópera
y se conformaron con plantar petunias
cuando llega la primavera.
Hacé un esfuerzo por sentar cabeza,
de una vez por todas.

Ahora, vas a ser buenita.
Ahora te vas a poner estas zapatillas rojas
y vas a bailar.
Y cuando llegues a la casa del verdugo
y te corte los pies,
te vas a acordar de todas ellas:
las ilustres tullidas de tu árbol genealógico.
Las que no querían bailar, pero bailaron.
Las que tampoco supieron cómo defender
sus zapatillas hechas a mano,
pobrecitas.



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