jueves, 30 de agosto de 2018

JUMANJI


JUMANJI

Choupette se afila las uñas
en el tapizado de los sillones,
ni me mira cuando le digo no, no, no.
Los gatos no entienden la palabra no
o fingen muy bien desentenderla.
Katherina es una gárgola atigrada
espantando los espíritus malignos
que rondan la heladera.
Estamos a fin de mes
y mi heladera puede prescindir de tanto celo:
anémica,
casi vacía,
custodia apenas una zanahoria vieja
y un yogur desahuciado que ya compré vencido
por esa coquetería inexplicable
de ir al supermercado sin anteojos.
Delilah duerme en la piletita del baño.
Osvaldo no es mío
(de ahí su nombre castizo y sin pretensiones)
pero tiene derechos adquiridos:
llora por comida,
se enreda en mis piernas,
reclama caricias.
En el patio
Byron juega a morder gotas de lluvia.
Dentro de 5 minutos entrará en la cocina moviendo la cola,
todo patas embarradas
y feroz alegría.

Yo intento escribir un poema,
pero los miro y desisto:
ellos son el poema,
mi casa es el poema.

Jumanji, dice mi amiga Rosana
(en la jungla esperarás
hasta que los dados digan 5 u 8).

Jumanji, digo,
menos poeta pero más sabia
e irremediablemente más vieja.


Arte: "Cat Lady with kitten", Deb Harvey


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