EL CEMENTERIO DE LAS POLACAS
Cruzaron el mar con las tripas como brújula,
con el hambre como mapa celeste,
contando los granos de arroz
que les faltaban
para llegar a una cama caliente,
a la ternura áspera
de un mantel a cuadros.
Cruzaron el mar y en tierra
cayeron como peces rotos
en una red de saliva sucia.
Las desnudaron,
las midieron,
les etiquetaron la piel,
el olor,
los besos.
Les maldijeron el amor para siempre.
Las devoraron.
En este pedazo de tierra ausente de Dios
escupieron sus huesos.
Sus ombligos son heridas sin patria
que no sanarán nunca.
Cruzaron el mar para llorarse
entre las piernas del verdugo.
Clavaron sus voces en la garganta del lobo
y el viento se llevó sus labios.
En este pedazo de tierra ausente de Dios
donde el gusano trabaja
no hay flores ni piedritas
que tiendan su corazón para salvarlas
de tanto y tanto olvido.
Situado en la
avenida Crisólogo Larralde, frente al Cementerio Municipal
de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires, el Cementerio
de los Impuros es la única necrópolis que existe en Argentina exclusiva
para rufianes y prostitutas.
A fines del siglo XIX, la Sociedad
Israelita de Socorros Mutuos Varsovia era la fachada con la que
funcionaba la mayor organización judía de proxenetas de la Argentina,
que se distinguía por traer mujeres jóvenes desde Europa, sobre
todo Polonia, a nuestro país. Se proponía a las jóvenes
pobres venir a la Argentina para contraer matrimonio con
hombres de buena posición económica que las rescatarían de las privaciones
y el hambre que padecían en sus países de origen. Sin embargo, la promesa de un
matrimonio ventajoso no era más que burda patraña: una vez aquí las muchachas
eran calificadas y tasadas tras un desfile que debían hacer desnudas ante
los evaluadores, y derivadas a hacia los prostíbulos vip de
la high society porteña o los nefastos quilombos de
los barrios bajos, donde eran brutalmente explotadas.
Las
pobres condiciones de higiene impuestas en los lupanares no pudieron evitar que
las enfermedades venéreas y, principalmente, la tuberculosis hicieran estragos
entre las muchachas, quienes rápidamente eran discriminadas y abandonadas
a su suerte cuando una extremada delgadez las delataba como portadoras de
un mal por aquellos tiempos letal.
La comunidad judía, al tomar conocimiento de la barbaridad que se consumaba en su nombre, expulsó a los proxenetas que entonces abandonaron el rótulo de Sociedad de Israelita de Socorros Mutuos Varsovia para adoptar el de Zwi Migdal. Dada la marginación a la eran sometidos tanto rufianes como explotadas y el calificativo de impuros que les imponía su religión, la Zwi Migdal se vio obligada a tener un cementerio propio, por lo que en 1906 adquirió un predio de aproximadamente un cuarto de hectárea, donde instaló su necrópolis.
La comunidad judía, al tomar conocimiento de la barbaridad que se consumaba en su nombre, expulsó a los proxenetas que entonces abandonaron el rótulo de Sociedad de Israelita de Socorros Mutuos Varsovia para adoptar el de Zwi Migdal. Dada la marginación a la eran sometidos tanto rufianes como explotadas y el calificativo de impuros que les imponía su religión, la Zwi Migdal se vio obligada a tener un cementerio propio, por lo que en 1906 adquirió un predio de aproximadamente un cuarto de hectárea, donde instaló su necrópolis.
En la
actualidad, el Cementerio de los Impuros se encuentra cerrado,
en estado de abandono y saqueado. Se sitúa a la par del Cementerio
Israelita de Avellaneda, en Av. Crisólogo Larralde al 4100,
en el barrio de Villa Domínico.
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